Gabriel Ruiz de los Llanos
EL COMBATE
DE MONTE CHINGOLO23 DE DICIEMBRE DE 1975
Ed. Del Nuevo Amanecer.
Buenos Aires 2010.
Canto a la mayor victoria del Ejército Argentino en la Guerra contra la Subversión.
*24. 12. 1975. El Comandante General del Ejército, Jorge Rafael Videla revista las tropas formadas en
El útil vino del cielo,
como todo lo que existe,
y las miradas en ristre
buscaron lo que se anhela:
Venía el General Videla,
y el lugar su gloria viste.
El helicóptero aquel
se posa en el Veinticuatro
de Diciembre, en el teatro
del combate sucedido
hace horas y ha podido
dejar de Historia, un retrato.
Mil Nueve Setenta y Cinco
Batallón 601
“Viejobueno” llaman unos,
Depósito de Arsenales
que para colmo de males
atacó el ERP de consuno.
Baja el General Videla
recién aerotransportado
llega, a saludar los soldados
que en la víspera vencieron
a los rojos que quisieron
verlos muertos. Mancillados.
Las tropas allí formadas
rindieron al Jefe honores
que honraba los valores
patrios que se defendieran
ayer. Argentinos que lucieran
enfrentando a los horrores.
El día de Nochebuena,
las nueve de la mañana,
de celebrar la Victoria
en este sitio de gloria
que nuestra gente engalana.
Se recordó brevemente
lo que había ocurrido,
que no pudiese un descuido
encontrarnos indefensos.
Y que con los nervios tensos
los hubimos recibido.
Se invitó acto seguido
que fuesen ya a recorrer
lo que acababa de ser
el campo de la batalla,
donde tuvieron a raya
los nuestros a los del ERP.
Todo parece sencillo
cuando está para el provecho,
cuando todo luce hecho
como debió realizarse.
Y sólo queda mirarse
en el espejo derecho.
Anfitriones, visitantes,
se movió la comitiva
a la tierra decisiva
que sostuvo los combates,
que presenció los remates
de rojos a la deriva.
Al tanto de los sucesos,
serio el General Videla,
escuchó cómo hizo escuela
de valor en la ocasión
cada hombre del Batallón
cuando el riesgo ya nos pela.
Recorrió la Guardia hollada
cuando la fiera marxista
quiso sellar su conquista
en alas de la sorpresa.
Pero no sería en esa
ocasión, a ojos vistas.
Y muy cerca del lugar,
si es que el hombre precavido
por dos vale en un sentido,
vio el General una franja,
unos cien metros de zanjas
cavadas como un tendido.
tenía datos fidedignos
que los marxistas indignos
Que si hasta allí llegarían
tropezarían esos signos.
El providencial Videla,
el futuro arrasador
de las huestes de ese hedor
a traición insoportable,
recorría que inefable
de sus tropas ahí el valor.
A continuación llegaron
al fondo de la Unidad
dando una igual probidad
los hechos allí vividos.
Los combates referidos
con la zurda iniquidad.
Le muestran de recorrida
que exhibía los estropicios
en el sitio ocasionados
cuando los marxistizados
se fueron al sacrificio.
Todo muy bien, transparente,
lo que caía de maduro,
que fue a dar contra el muro
la necedad antiargentina.
Que se estrelló repentina
contra un patriotismo puro.
Alguien entonces propuso
dirigirse a los galpones
para templar emociones
de la Victoria argentina
Que Videla en su retina
guardara pasto de leones.
Al paso del escarmiento
llegaron a un gran galpón
que albergaba un montón
de cuerpos abandonados
por la vida. Lacerados
al punto, por su gran traición.
Medio centenar de cuerpos
que nunca fueron humanos,
aunque llenaron sus manos
de lo que les dio Argentina.
que con alma de letrina
volvieron los dones, vamos,
Yacían sobre los pisos
de la Patria , los traidores.
Que no tuvieron mejores
intenciones que arriar
sus espantosos colores.
Ya Cuba había padecido
de Carlos Marx adiposa
su ideología asquerosa
que al espíritu amordaza.
Que a Dios, Patria y raza
las cambian por cualquier cosa.
Enemigos de Argentina
renegados de la tierra
que los sustentó y encierra
el orgullo de los criollos.
De ingratitudes, arroyo,
mala opción hacer la guerra.
Entraron para quedarse
muy dentro de la Unidad ,
dentro de su iniquidad
que les retuvo la vida.
Y en una fila tendida
yacía su fatalidad.
Era el día de Nochebuena
y habría de celebrarse
Y en Monte Chingolo alzarse
la copa de la Victoria
argentina. En esta historia,
no había que descuidarse.
Una curiosa propensión
los rojos del ERP tenían
eso que los llevaría
como si fuera su sino
al Ejército Argentino
a atacarlo, si podía.
No era una casualidad
que los del ERP, extranjeros,
al espíritu cimero
del noble pueblo argentino,
se obsediera en el camino
de cualquier ataque artero.
Lo que en verdad el ERP quería,
oculto en su corazón,
si las ratas con perdón
también corazón tenían,
era quedarse algún día
con la criolla Tradición.
Ese es el punto central
de los “zurdos” resentidos,
envidiosos, mal paridos,
pusilánimes totales
que a las leyes naturales
les pegan un alarido.
Por eso nadie se asombre
de que en nuestra Tradición
se centre toda agresión
del que vive descastado.
Y de la Patria a un costado
la acose la Subversión.
El Ejército Argentino
es parte de la Tradición
argentina. Es el morrión
que nuestro espíritu calza
y que en la Historia realza
alma y perfil en cuestión.
Elegir como enemigo
al Ejército Argentino
es seguir igual camino
que el que anuncia el mal agüero,
es propio de un extranjero
y un extraño a lo divino.
No por nada apología
de nuestro ser es el Sable
que hiciera un día hable
nuestra índole en su filo,
que nos tuviera en vilo
tras los Andes, memorable.
Jerarquía, Autoridad,
Tradición y Absoluto,
principios que en un minuto
niegan los apátridas ateos,
convirtiéndose en reos
de lesa Argentina, en fruto.
No hay mucho que especular
sobre estos elementos,
rápidamente un tormento
nacional son su destajo.
Y desde Dios hacia abajo
ya nadie contará el cuento.
Por eso la alevosía
del crimen del subversivo
campea lo más altivo
y propio es de su accionar.
Del zurdo es propio esperar
su maldad cual revulsivo.
Nunca llovió para arriba,
nunca un hijo fue su padre,
y para que un perro ladre
antes tiene que existir.
Jamás habrá un porvenir
si un pasado no lo abre.
Así, con esta miseria
humana y judeo marxista
no es extraño que persista
contra el milico el encono.
Y cuando pueden el tono
suben. Hasta lo que se resista.
Ese plan maravilloso
que el ERP tenía a la vista
era; Patria Socialista,
el alma en silla de ruedas
tratando de mil maneras
de impedir que Dios exista.
Así, el Seis de Septiembre
del año Setenta y Tres
iba el ERP aquella vez
a asaltar en la ciudad
el Comando de Sanidad.
Y sangriento fue el revés.
Un comentario aparte
merece un joven traidor
Invernizzi, Hernán, la flor
de lo bastardo. Un corrupto,
que entregó en un exabrupto
Una inmundicia del alma
un traidor de la Nación
que merecía la ablación
de su cabeza podrida.
Ya que en su justa medida
merecía esa lección.
La idea era poder robar
fusiles FAL, que en decenas
aquella Unidad almacena.
Para poder destinarlos
a más asaltos. Usarlos
en su delito en cadena.
Pero un Jefe de “Patricios”
Duarte Hardoy, el Coronel,
se interpuso entre la hiel
de los rojos y el destino.
Y allí murió un argentino,
soldado argentino fiel.
Pronto se cerró la zona,
y rápida la Policía
Federal allí cumplía
movimiento cerrojo.
Fuera quien fuese el rojo
del lugar no escaparía.
Se intimó la rendición
y la rendición fue un hecho.
No pudieron tocar techo
los del ERP que se mostraron,
pero allí conculcaron
la vida de un ser derecho.
Pero no es todo, señor.
Un mes atrás en Catamarca
sería el lugar, la marca,
y del ERP el nuevo brinco
Año Setenta y Cinco,
Doce de Agosto, la Parca.
Los “zurdos” querían copar
el Regimiento Diecisiete
que en un sorpresivo apriete
les permitiría incautar
las armas de ese lugar,
y así dejarlo al garete.
Pero sus planes salieron
para el lado de la Justicia ,
no llegando esa milicia
ni a acercarse al cuartel.
Delatado el grupo aquel,
la represión ya se inicia.
Los corrieron fieramente
en la Provincia del norte,
y como el mejor aporte
a dieciséis les mataron,
que testimonio dejaron
de esas cabezas en corte.
Cuando pensaron en Chingolo
los del ERP ya se traían
toda esa fantasía
cruenta y a la carrera.
No era la vez primera
que el rojo atacaría.
Como indican los manuales
el Ejército Argentino
había infiltrado fino
a esta banda terrorista.
Y al terminar la revista
pareció aquello un destino.
Subió Videla a la nave
que hasta allí lo transportara
y después que saludara
se escucharon varios ¡Viva!
Y una alegría cautiva
quedó cuando despegara.
Combate de Monte Chingolo
que el enemigo argentino
forzó. Y que en el camino
mordió polvos de derrota.
Dejando allí gota a gota
su sangre el asesino.
Supo nuestra Inteligencia
Militar adelantarse.
Supo en ellos infiltrarse
y obtener la información
de planes que la Subversión
pensaba un día jactarse.
El filtro del enemigo
llevaba ya más de un año,
y se conocía el daño
que los marxistas buscaban,
con los planes que evaluaban
lavados de todo engaño.
Se realizan seguimientos
de personas por días, meses
que parecen muchas veces
no ser más que rutinarios,
más serán extraordinarios
en redes llenas de peces.
Y en ese sutil trabajo
digno de profesionales
caerán para sus males
los “zurdos” uno por uno.
Y muy difícil que alguno
de esos vuelva a sus cabales.
El ERP que lanzó el ataque
iba siendo en Tucumán
diezmado con ese afán
del Ejército Argentino.
Y alguno de allí vino
atraído por este imán.
Si bien los rojos golpeaban
ellos golpes recibían.
Y el mal que asiduo hacían
les volvía multiplicado,
Y en la cuenta habrán notado
el fin que se les venía.
Héroes de cartón pintado
esas ratas subversivas,
muchas pruebas abrasivas
de su maldad nos dejaron.
Y aunque pasmo provocaron
quedaron a la deriva.
El comando que adelante
llevó el plan del copamiento
del Arsenal con asiento
allí en Monte Chingolo
venía cubierto de dolos
en otros merecimientos.
Vaya tropa temeraria:
capaz de grandes hazañas
en las que se diera maña:
Mató a la hijita de Viola
y al padre, en una sola
prueba de arrojo tamaña.
Mataron a esa hijita
como un fin anticipado,
y ya nunca bien parado
quedaría su destino.
Más de uno quedó en camino
y más de uno, destripado.
Ledesma en Villa María,
el año que había pasado,
quien de asalto hubo tomado
su Fábrica de Explosivos.
Y entre muertos y cautivos
milicos hizo el sangrado.
Fue Argentino Larrabure
un Héroe, que no cualquiera,
de esta guerra una bandera
del Ejército Argentino.
Ser soldado fue su sino
de una gloria verdadera.
Querían tomar de rehenes
a militares, por caso,
e intentar el traspaso
por varios del ERP que habían,
y en cárceles se pudrían.
Así, acortarles el plazo.
Pero no cedió Argentina
al chantaje guerrillero.
Siempre se puso primero
el interés de este suelo.
Y aún en el peor desvelo
se impuso el honor guerrero.
Al asalto que Ledesma
ayer mismo consumara
un secuestro se sumara:
el del Mayor Larrabure.
Que todo lo que este dure,
digno el Mayor soportara.
Hazañas de los Ledesma:
Mantener preso en un pozo
al Mayor. En un acoso
de un año y una semana.
Que su fuerza sobrehumana
fue de su alma alborozo.
Al cabo de tantos días
Ledesma ahorcó al Mayor
porque le diera a él pavor
ver íntegro a ese soldado.
Y ver que había fracasado
en quebrarle allí el valor.
Esa era la caterva
que atacaría “Viejobueno”
que caería como trueno
sobre la plaza argentina.
La inmundicia repentina
mezcla de fuego y de cieno.
Fue un trabajo fecundo
que previo a estas acciones
servicios de informaciones
argentinos realizaran.
Las bajas que ocasionaran
llegarían a montones.
Se vigilaron personas
y casas operativas
y aquellas citas furtivas
de la guerrilla en acción,
correos, documentación,
todas pistas decisivas.
Es cierto que la guerrilla
hizo su mal a destajo,
cortando feroz de cuajo
muchas vidas argentinas.
La muerte en cualquier esquina
repicaba su badajo.
Pero este enemigo
marxista, rojo, bastardo
en el recuerdo que guardo
muy otro de otros figura.
Es su perfil que procura
dar asco, veloz o tardo.
Piénsese en los españoles
méntese aquel señorío
que en alas de propios bríos
sostenía la Conquista.
Y que al perderla de vista
no envenenara los ríos.
En el Orden Natural
ellos vivieron su parte,
supieron luchar con arte
conquistando un continente.
Pero siempre fueron gente
en quien pudieras mirarte.
Nunca tuvo el español,
me castigue Dios si miento,
aires de resentimiento
que a sus velas impulsara.
En la envidia no se ampara,
su Identidad no es cuento..
Le reconoce el humano
trascendente su estatura.
Y le deja en su aventura
un Dios al americano,
también le tiene su mano
En cambio, este enemigo,
esta plaga subversiva
es el alma discursiva
de todo resentimiento.
Que lleva en todo momento
maldad y muerte progresiva.
Porque oncólogo yo soy,
oncólogo espiritual,
no se me escapa el Mal.
De la Igualdad desconfío,
del marxista y del judío
de uno y otro por igual.
Muchas veces me he expresado
hablando de los judíos
ya por todos conocido.
Maldición de las naciones.
De la honra, sus crespones.
Sobre mojado, llovido.
El cáncer que Carlos Marx
metastizó socialmente
fue un daño que recurrente
en tierras de la mala fe
pudo hacer en ella pie
su prédica disolvente.
Judío nefasto ese Marx,
su triquinosis macula,
su “Manifiesto” eyacula
su semen de depravado.
Lo natural a un costado
deja. Mientras su virus pulula.
Que de aquellos enemigos
que La Argentina enfrentó
ninguno, al fin, resultó
ser en su fuero ominoso
como el marxista piojoso
que la Subversión prohijó.
Se arrogaron el derecho
de matar, porque mataron.
Pero después se quejaron
como putas en la acción
por la gran retribución
que los nuestros acercaron.
Secuestraron y mataron
en demasía por cierto,
pero cuando fueron muertos
o a su vez secuestrados
se sintieron desplazados
del derecho en esos puertos.
Repetiré hasta el cansancio
que quienes los combatieron
a ellos no confundieron.
Nunca fueron “genocidas”
sí, en cambio, “raticidas”
los que a ellos vencieron.
Pues bien, que los esperaron
los criollos del Batallón
601, la acción
en el aire la cazaron
y atentos los aguardaron
con la propia excitación.
A más de cavar las zanjas
el Jefe, Coronel Abud
previendo sabio el alud
subversivo instalaba
en puestos que controlaba
metralla mirando al Sud.
En efecto, el Coronel
junto a Barckzuk, su Mayor,
a “Viejobueno” el honor
hicieron de defenderlo.
Y ,por supuesto, al tenerlo
en su argentino fervor.
Arriba del tanque de agua
puso una ametralladora
El Jefe, en buena hora
para barrer la Unidad
cuando allí de la verdad
sonara su propia hora.
También hubieron carriers
en el camino de entrada
para copar la parada
si de eso se trataba.
La tropa lista ya estaba
a la hora señalada.
El ERP también preparaba
con tiempo esa operación.
En Septiembre hubo reunión
de mandos en la curtiembre,
y eligieron a Diciembre
para darle ahí concreción.
Y de todas las acciones
pensadas contra Argentina
se destacaba pristina
la de hacerle al Batallón
un ataque. En la ilusión
del Arsenal de esa mina.
Creían que “Viejobueno”
en un mar de armas nadaba
que fusiles derrochaba
y municiones, ni hablar.
que ellos se iban a alzar
con lo que el sueño doraba,
La realidad, sin embargo,
era otra. Qué iba a hacer,
no guardaba ese taller
el tesoro que anhelaban.
Pero igual se preparaban
los apátridas de ayer.
De todas formas, la toma
de semejante Unidad
otorgaría en verdad
gran valor de propaganda.
Y fue así que esa banda
vio allí su oportunidad.
“Viejobueno” se encontraba
en Lanús, en su Partido
como lugar extendido
del Buenos Aires vecino.
Cruzado por mil caminos
bastante bien protegido.
Nuestros lugares emblemas
tendidos sobre la Pampa
y el enemigo que acampa
dispuesto a someterlos.
Al Mal hay que conocerlo
para no pisar su trampa.
Pero no era esa Unidad
una unidad de combate.
Galpones de los que se trate
a la guarda de armamento,
vacíos por el momento
aunque el fuego desaten.
A las aves carroñeras
del ERP guiaba Santucho
un negrito más que ducho
en traiciones cada día
a la Patria. su maestría
sobresalía con mucho.
Santucho, Ledesma, Urteaga
y otros más de su calaña
perpetrarían la hazaña
de torcernos el destino,
y al Ejército Argentino
golpearlo con lo que daña.
Contaba por esos días
con un soldado pasado
al enemigo. Entregado
al resentimiento rojo
que se sumaría al despojo
por ellos imaginado.
Así en el mes de Octubre
del Año Setenta y Cinco
tomó carrera aquel pingo
que ilusionaba el asalto
que a cada paso resalto
y en el recuerdo me finco.
Buscaron a un arquitecto
que hiciese la maqueta
de la Unidad , en la perfecta
idea de pensar en todo.
Y también, del mismo modo
sugerencias recolectan.
Sacaron los descastados
del ERP sus fotografías
de instalaciones que un día
los vería por fuerza entrar
con la intención de tomar
Así, todo el movimiento
de allí el ERP registró,
su Inteligencia estudió
cada cosa y en su horario.
Teniendo al fin el rosario
de datos que utilizó.
Los guerrilleros del caso
fueron en la operación
trescientos. Con su participación
netamente definida.
No habrá balas perdidas
perjudicando la acción.
Pero todo no salía
como los rojos querían,
y también ellos tendrían
sus dolores de cabeza
Diciembre Siete: Una pieza
clave del ERP, ya caía.
Si una mano lava a otra,
las de la Inteligencia
Miliar, con esa urgencia
propia de su disciplina
le da una mano a Argentina
en semejante emergencia.
Los seguimientos y escuchas
sus frutos fueron dejando,
quisieron acordarse cuando,
los rojos, ya era tarde.
Y en ese Diciembre que arde
sus bajas irían quedando.
Las “casas operativas”
una a una detectadas
dejaron en la estacada
a los cuadro de la Zurda.
Si debe aturdir, que aturda
la caída tan esmerada.
El siete cae Ledesma,
del ERP, en Número Dos,
porque así lo quiso Dios
y nosotros lo quisimos.
Y ese triunfo merecimos
en esa contienda atroz.
En Wilde lo detuvieron
después de haber caído
un refugio protegido
en la residencial Martínez.
Dos casas, los mismos fines
¿fue delación o un descuido?
Los mandos del ERP trataron
de intercambiar prisioneros.
Que se fueran los primeros
que tenían secuestrados.
Los argentinos fogueados,
militares, se opusieron.
Ledesma en Campo de Mayo
permaneció detenido
y en algún rato perdido
el fantasma de la nena
de Viola ¡Por Dios, qué pena!
sobrevoló al forajido.
Santucho, a pesar de todo,
confirmó la operación.
Si tuvo o no razón
habría un día que ver.
¿Fue su deseo allí correr
adelante, a su extinción?
Y en el lugar de Ledesma
el ERP colocó a Urteaga
que hiciese lo que haga
el destino estaba escrito:
El sino del ERP, maldito,
Unos pocos días antes
diferentes pelotones
allí en las inmediaciones
del Batallón concentraron
y la atención no llamaron,
por tomar sus precauciones.
Unos, los de la vanguardia,
integrarían una fila
de coches. que en la tranquila
tarde de los bonaerenses
harían que el aire se tense
cuando el peligro titila.
Un camión y doce coches
harían la caravana
que ingresaría con ganas
subrepticia, con su envión,
atropellando el portón
y corrigiendo la plana.
Serían unos sesenta
los que el ataque iniciaran,
y el cuádruple que apoyara
cumpliendo otras funciones.
Algunas, de distracciones.
Y otras, de cortar la cara.
Al tiempo que se abriría
el portón del “Viejobueno”
la organización en pleno
varios círculos trazaba
de contención. Que deseba
neutralizar rayos, truenos.
Y contaban con equipos
propios para la emergencia,
heridos que la insurgencia
seguro habría de tener.
También contaba en su haber
correos de su intendencia.
Todo lo habían preparado
las fuerzas antiargentinas
con todas las disciplinas
para triunfar en su apoyo.
Y por supuesto, ese rollo
de propaganda supina.
Dos días antes del ataque
Santucho llega al lugar
donde fuera a concentrar
el pelotón de cabeza.
Y en esa reunión expresa
lo importante a realizar.
Les quiso dejar en claro
que aquella operación
no era una del montón
de las guerrillas en danza,
que aquellas esperanzas
merecían su atención.
Que lo que iban a encarar
no tenía precedentes
de otros grupos combatientes.
Que lo del Cuartel Moncada,
de Castro, era una pavada
puesto a lo que tenían enfrente.
En su deseo, Argentina,
aleve habría de estar
como perla en el collar
del cuello del esclavismo.
Salido del Comunismo
nos pretendía desollar.
A las cinco de la tarde
en un hotel de parejas
donde se escuchan las quejas
que nunca son de dolor,
comenzó un revuelo flor
que enarcara las cejas.
Era el día Veintitrés
de Diciembre el elegido.
Como si fuese a pedido
el ERP asaltó un hotel
alojamiento. El dintel
de amores fue el preferido.
Ahí se reunió la patota
con un orden sin premura.
Las parejas a esa altura
comenzaron a vestirse
y los rojos a decirse
que empezaba la aventura.
Se distribuyeron armas
entre aquellos guerrilleros
que siempre fueron ligeros
en repartir lo de extraños.
Después pasaron los años,
no volvieron fueros.
Al mismo tiempo secuaces
robaban con gran oficio
coches que en el estropicio
habrían de utilizar
calles, vías, neuralizar
y asociarlas al desquicio.
Iba pasando la hora
y ya las seis de la tarde
en esa jornada que arde
iba bien quedando atrás.
Los del asalto al compás
iban. Y Satán en el alarde.
Al frente de la columna
que enfilaba a la Unidad
un Mercedes Benz ahí va
cargado hasta la manija.
Viaja en él la valija
repleta de la peor maldad.
Mientras tanto pot la calle
mismo frente a la Unidad
desde la mañana están
instalados un par de puestos
que venden, siquiera estos,
sidra oferta en Navidad.
También ofrecen pan dulce
a precio de buen contento,
y aún el más atento
difícil que pensaría
que en los puestos se cocía
el morir a fuego lento.
Desde unos días atrás
el ERP había mantenido
para espiar su cometido
las tablas y caballetes,
que ayudarían en el brete
del asalto remanido.
Igualmente en la terraza
de algún comercio vecino
se hallaba alguien que vino
de francotirador a actuar,
pretendiéndose sumar
al copamiento en camino.
Mientras esto ocurría
en la Guardia del Batallón
no había en la evaluación
de nadie certeza alguna
que pudiese la fortuna
cambiar en la Institución.
La torre del tanque de aqua
estaba bien pertrechada,
ametralladora pesada
defendiendo el Arsenal.
Y atento hasta lo virtual
El Jefe, con su mirada.
Eduardo Abud, coronel,
Jefe allí de “Viejobueno”
batía todo el terreno
esperando al enemigo
Y el Cielo era testigo:
el valor no le era ajeno.
Era un día de calor
que el calor anticipaba
de lo que se cocinaba
en el silencio extendido.
Y lo que fuera advertido
a punto de caer estaba.
Como contrainteligencia
el Ejército Argentino
junto con lo que previno
simuló no estar alerta.
Conscriptos francos la puerta
ganaron. Era el destino.
Pero en la Guardia ninguno
se encontraba distraído.
Dos sargentos guarecidos
de cualquier confiarse necio
conocían muy bien el precio
del relajo o el olvido.
En la calle la guerrilla
observó salir soldados
distendidos, olvidados,
que allí alzaban el vuelo.
Y mordieron el anzuelo:
El momento había llegado.
“Patricios” y “La Tablada ”
tenían en sus regimientos
propias fuerzas que al momento
saldrían como disparadas
a la primera llamada
que anunciase el copamiento.
también atenta y sabuesa
miraba sobre la mesa
los mapas de las acciones
evaluando las razones
de juntar varias cabezas.
De uno y de otro lado
velaban el entrevero,
unos con el gesto fiero
y atentos en sus sentidos.
Los otros, los resentidos,
traición y muerte en aperos.
En la Guardia , dos sargentos,
Se llamaba uno Cisterna
para quien la gloria eterna
cerca de allí lo esperaba.
Saravia, el otro, quedaba
como criollo haciendo pierna.
Cada tanto los anteojos
centinelas larga vistas,
barrían en su revista
caminos e inmediaciones,
y ya ni autos ni camiones
recorrían esas pistas.
Jamás imaginaría,
aquel mediodía ardiente,
un fletero que esa gente
su camión le llevaría.
Que lo interceptarían,
en la ruta de repente.
Un Mercedes poderoso
que llevaba sus gaseosas
debió parar. Y esas cosas,
comenzaría un recorrido,
en él ya habían subido
armas. Que su carga engrosa.
Fusiles FAL y morteros
ametralladoras pesadas,
municiones que cargadas
un rato después bajaban
en puntos en los que instalaban
aguantes de la acción planeada.
Metáfora de su ideología
era su forma de actuar,
si había que robar, robar.
Y si matar, se mataba,
total el otro pagaba
la cuenta del lupanar.
Y fue ese mismo camión
que en un par de horas abriría
la marcha con la que irrumpía
esa banda anti argentina,
la que en su historia declina
mil casos de bastardía.
Con el dedo en el gatillo
de su arma MAG pesada,
con la operación cantada
el Coronel se encomienda
a la Patria. que Ésta encienda
su valentía probada.
Su condición de patriota
o instinto lo hizo mirar
a lo lejos, y apuntar
con el fuego de su mira
la columna que se estira
en ruta. Y la ve acercar.
Ya no quitaría su vista
del camión que la precede.
Dentro de su alma sucede
un deseo encantador
de entregarle lo mejor
a la Patria. Y él puede.
Y ya frente al Batallón
el camión su volantazo
pega. Y
Luego, un topetazo
y se incrusta en el portón.
Entreabierto, ya la acción
acaba de abrirse paso.
Entonces su serenata
de fuego dio el Coronel,
descargando a su granel
en las ratas visitantes,
que también en ese instante
se esparcían por el Cuartel.
La recepción calurosa
que los “zurdos” recibieron
no fue la que ellos quisieron,
que de tres puntos venía:
Guardia, carrier, torre lucían
un fuego que no escondieron.
La lucha había comenzado,
con todo lo que podía
de la chusma anti argentina,
de aquella marxista inquina,
del rencor que la nutría.
Gran combate, gran lección
que no debiera olvidarse
y en escuelas recordarse
como las de Independencia.
Que nos pone en evidencia
del ejemplo que ha de darse.
Cincuenta metros y adentro
del Cuartel paró el camión,
y bajaron ya en montón
los guerrilleros de asalto,
a los lados del asfalto,
camino hacia el Batallón.
El combate se libraba
de la Guardia en derredor.
Y fue así que en el clamor
de las armas abatidos
los primeros forajidos
morían en el lugar.
Detrás de una barricada
un soldado disparaba
a la par que ellos bajaban.
Y fue que dos descendidos
algo más desguarecidos
sus sucias vidas dejaban.
Sin embargo, el enemigo
que quería cortarse solo
al Soldado B. Ruffolo
en la lucha lo mataba,
cuando éste disparaba
siendo de atracción un polo.
Benito Manuel Ruffolo
quiso pararlos de entrada
desde su misma zanjada
cuando la horda pisó tierra.
Y a metros suyo la guerra
le vino precipitada.
Tiró Ruffolo, tiraba
casi a la desguarecida
y en esa brava partida
porque así Dios lo dispuso
un rojo asqueroso puso
punto final a su vida.
Por todos lados llovían
los disparos encontrados
que los soldados lanzados
al enemigo barrían.
Y éste poco conseguía
del progreso imaginado.
Abiertos en abanico
habían tratado de entrar
más a fondo. Y capturar
al Jefe del Batallón.
Tan peregrina ilusión
desearon sí alimentar.
Los combates más intensos
por la Guardia se libraban,
los rojos se concentraban
en tomarla sí o sí.
Sin saber ellos que allí
su triste suerte jugaban.
Si como decía Confucio
que el Destino que en suerte
nos tocara en esta vida.
Fue en “Viejobueno” asistida
Aunque la Guardia tomasen
de allí ellos no pasarían,
en forma alguna podrían
llevarse de ese Arsenal
más que las huella del Mal
que sus pasos dejarían.
Unos rojos se filtraron
hacia el fondo a la derecha,
profundizando una brecha
que carecía de sentido.
También eso era advertido
en su serte tan estrecha.
Nuestro Sargento Cisterna
corre hacia una barricada,
barriendo a la pasada
e hiriendo al enemigo.
Mas llevaría consigo
su fin. en esa jornada.
Hubo allí cuerpos tendidos
que no volverían a andar.
Y otros que a transitar
se encontraban empeñados.
Y algunos a los costados
de la Guardia , queriendo entrar.
Sargento Roque Cisterna
Héroe de los defensores
que fue con nuestros Colores
con que hiciese su mortaja,
al mismo tiempo que bajan
del Cielo, gloria y honores.
Te batiste como un bravo
como ese bravo que fuiste,
que ya de licencia insiste
en quedarse a defender
su Cuartel. Y en su haber
Querido Hermano Cisterna
tu familia había esperado
tu regreso. Haber brindado
por el triunfo en Nochebuena.
Y en una estrella buena
seguro ya te ha encontrado.
Voló tu pecho la bala
que traía el encargo
de llevarte, sin embargo,
con los Héroes argentinos.
¡Para Vos, en mil caminos
el bramar de un clarín largo!
Desde hacía un rato soplaba
un viento patrio enjundioso,
que arrastraba poderoso
varias vidas guerrilleras.
Esas almas de arpilleras
dadas al Mal sin embozo.
Desde lo alto de la torre
del tanque de agua seguía
lloviendo lo que sería
el fuego de los crespones,
de los rojos, que en acciones
semejantes se morían.
Iba corriendo el reloj
y la noche iba bajando,
e iba el ataque entrando
en su final con estruendo
eso que se estaba viendo:
Iba el ERP su piel dejando.
Otras fuerzas guerrilleras
hostigaban desde afuera,
y desde fincas linderas
batían al “Viejobueno”
mas no alcanzaba ese cieno
a embarrar el entrevero.
A esa altura del martes
Veintitrés anochecido
ya al lugar han concurrido
policías de la Regional
Lanús. Y de igual a igual
luchan, por el Cuartel agredido.
Distintos enfrentamientos
en la calle se suscitan
donde la guerrilla cita
en Camino General Belgrano
a emboscar nuestros hermanos
y todo se precipita.
El combate se extendió
a las zonas aledañas
donde con la misma saña
los argentinos luchaban,
y si podían destripaban
pasándoles la guadaña.
Entre los planes de apoyo
del ERP para el copamiento
del Batallón, el intento
contemplaba neutralizar
los puentes que en el lugar
del Riachuelo eran asiento.
No fueron muy eficaces
en la mayoría de casos,
porque esos grupos escasos
de guerrilla no lograba
detener lo que intentaba
del Arsenal a unos pasos.
Alguno de ellos cayó
aún tratando de escapar
cuando en ese malabar
del azar resultó herido.
Creyéndose guarecido
Como en casos similares
los criollos ya escaldados
confiaban a los soldados
el rojo que había caído.
Después, “desaparecido”
pagaba lo hecho. Al contado.
El Victorino de la Plaza
es un pintoresco puente
bastante angosto de frente
de fieros y de madera,
del tiempo que el Tango era
escándalo entre la gente.
En punto, a las Diez y Nueve
bajó de una camioneta
un grupo con una meta:
cortar el paso a través
del puente. Ellos eran diez
con esa idea concreta.
Pero el destino que escribe
con trazos bien diferentes
quiso que los insurgentes
no ganaran su partida.
Por el contrario, sus vidas
se llevara el oponente.
con su Gallo siempre alerta
llegó primera, despierta.
al lugar de la emboscada .
La calle estaba cortada
al pie del puente, de oferta.
Al romper el tiroteo
una “zurda” es malherida
provocando la partida
del grupo recién llegado,
que no hubo soportado
la policial embestida.
Huída y persecución
y a poco, vuelven las balas,
ni por buenas ni por malas
se irían de allí los rojos.
Y los canas con arrojo
les van cortando las alas.
Luis María Petrruzzi
un Capitán argentino
fue parado en el camino
del fuego en su camioneta.
Y su estirpe, tan inquieta,
buscó su arma y su destino.
A quemarropa moría
el valiente combatiente,
que encontrara de repente
la gloria en su valentía.
Tributa desde ese día
nuestro homenaje esplendente.
Guerrero Capitán Petruzzi,
un Soldado tan querido
para Vos nunca el olvido
te llevará a bambalinas,
Entre Gestas argentinas
Sos bronce de los que han sido.
Tiros, más persecuciones.
Coches robados, más coches
y más bajas como broches
de la represión urdida.
Y la “Zurda” aunque se cuida,
hunde su cruz en la noche.
De esos diez extranjeros
no se supo de ninguno
nunca más. Fue un oportuno
obituario para siete
rojos, en este apriete
¿Los tres restantes?, dijo uno.
En otro frente cercano
que había del Batallón,
en un maldito encerrón
cuando trata de pasarlo,
un Teniente va a pagarlo
con su vida en esa acción.
R3 de Infantería
con asiento en La Tablada
en la noche fogoneada
a Spinassi, José Luis
ve caer ya en un desliz
de una suerte prefijada.
Teniente Primero nuestro,
gallardo Oficial valiente,
tu coraje recurrente
se hace presente aquí.
Es tu ejemplo, Spinassí
el de un patriotismo ardiente.
Muy cerca ya del Cuartel
al que lo tenía a mano,
por Camino General Belgrano
nuestro Spinassi marchaba
al Cielo que lo aguardaba,
izándolo desde el llano.
Como muestra de un botón,
como prueba lamentable
del accionar detestable
del judío en las naciones
de sus negras intenciones,
dejemos la Historia hable.
empantanados, los “zurdos”,
como entrar habían entrado
pero no habían progresado
en uno de sus objetivos.
Por la defensa advertidos,
habían sido fulminados.
Más de la mitad insurgente
a esa altura eran bajas,
heridos, muertos, que en caja
el batallón había puesto.
Y con los reflejos prestos
retrocede el Mal que ultraja.
Volviendo a los judíos
y a su pérfido accionar
ya es del caso comentar
lo que muestra una biopsia:
Que es en verdad “necropsia”
del hebreo existenciar.
¿No es curioso el comprobar
el más alto porcentaje
de judíos que en el viaje
subversivo se anotaron?
¿Cuántos, cuántos engrosaron
de la traición, el dopaje?.
En la Subversión se ha dado
del judío doble traición.
Una, que en su condición
de tal lo gentil subvierte.
Otra, cuando se convierte
en “zurdo” y hombre de acción.
En el caso que nos toca
del Batallón “Viejobueno”
sin remover mucho el cieno
de la columna atacante
hay la presencia urticante
de judíos, a cartón lleno.
Entonces, yo me pregunto
¿Hasta cuándo la paciencia
dejará de ser la ciencia
de una extraña tolerancia,
volviéndose en esta instancia
muestra brutal de indolencia?
Allí donde los judíos van
corroen concientemente
hecha al Mal de las naciones
y se ordenan en acciones
con ese fin evidente.
Y si a eso le sumamos
la decisión del judío
de sumarse con sus bríos
como subversivo armado
veremos que es demasiado
ser eso más lo que ha sido.
Numerosa, bien nutrida,
fue la presencia judía
en el ERP. Siendo su guía
la destrucción de Argentina,
que llevan en sus retinas
cual Plan Andinia del día.
Una insurgente del ERP
era hija de inmigrantes,
que como tantos rodantes
recalaron en el Plata,
donde el hambre no te mata
como dónde vivían antes.
No encontró mejor manera
esta judía de pagar
lo que Argentina al llegar
le entregara generosa,
que volverse una asquerosa
enemiga irregular.
Camino General Belgrano
allí el destino resarció
todo lo que ella ultrajó
de nuestra Argentina amada:
La destrozó una granada
que su mano no arrojó.
Enseñanza trascendente
de una presencia indeseable
en cualquier nación que hable
por propia soberanía,
castigo lee llega un día
al que es del Mal, responsable.
Puede decirse de arranque
que la suerte estuvo echada
desde la misma entrada
de los rojos al Batallón,
la sorpresa y la emoción
fueron dos cortas jugadas.
Irse, ya, ya no podrían,
muchos estaban bien muertos,
otros rengos, otros tuertos,
todos a la que te criaste.
Aunque municiones gaste
el ERP no tocaría puerto.
Desperdigados estaban
porque fueron sorprendidos
por el fuego embravecido
sin pausa de los defensores.
Y de todos los colores
la pasarían esos peores.
Tampoco tendrían escape,
salvo los que nunca entraron,
los que de afuera miraron
cómo le hacían la boleta
en esa noche secreta
a los que el portón voltearon.
Fueron al muere derecho
por necios, por precipitados,
porque sus planes cantados
estaban para el argentino.
Que los dejó en el camino
para siempre, destrozados.
Cierto que hicieron su daño,
no el daño que querían.
Mataron, porque seguían
sus carreras de asesinos.
Pero allí los argentinos
los muertos fotografían.
Ni armas ni propaganda
nada de eso consiguieron,
y pocos de los que fueron
volvieron para contarlo.
Es un gusto relatarlo
al fracaso que tuvieron.
Sesenta muertos adentro
cuarenta en alrededores
son los cálculos mejores.
Cien muertos es esa cuenta
que tuvo el ERP, Cenicienta
de los peores horrores.
Un rojo desesperado
entra a la Guardia , sin más.
Dispara, en su fin, capaz
y ciego en el entrevero
a Roberto Caballero,
Conscripto, descansa en paz.
A Roberto Caballero
digno Soldado argentino
veo ir por el camino
eterno de los patriotas,
muerto en honor en sus botas
y vivo en nuestro destino.
El hijo del ERP no dura
demasiado en esa instancia
porque en esa circunstancia
otro soldado en la pieza
le destroza la cabeza
por su equívoca jactancia.
En medio de los disparos
el Sargento que quedaba
en la Guardia bien pensaba
mandarse una decisión.
Por fortuna en la ocasión
la intuición lo acompañaba.
Porque en ese lugar
digámoslo: En calabozo
se hallaban en reposo
unos colimbas castigados.
Y pensó que ya era dado
el tiempo de darles gozo.
Gozo allí, de combatir
defendiendo al Batallón
que era el de ellos. Razón,
de que el mal comportamiento
no era un impedimento
de ofrecer el corazón.
Contentos, de mil amores,
los Conscriptos sancionados
sin duda entusiasmados
se encontraron a la par
de camaradas que a echar
el resto eran convidados.
En un alarde de audacia
los conscriptos liberados
imaginaron parados
unir ideas al riesgo.
Y allí tomaron un sesgo
propio de hombres respetados.
Hicieron acercar un carro
de los que había, de combate,
hasta al Guardia, que trate
de pegarse en lo posible,
para intentar la terrible
navegación, y un embate.
Se acercó el carro nomás
a la Guardia de culata
y los muchachos que tratan
de saltar dentro, impecables,
temibles e indoblegables,
y en carro el vuelo desatan.
Allá fueron impetuosos
dando muestras de coraje.
La vida tiene pasajes
de sube y baja morales,
mas el peor de los males
es aceptar el ultraje.
Empantanada en su fosa
la guerrilla estrafalaria
la iba viendo funeraria,
al calor de aquella lid.
Y comprendía que el quid
era de una suerte hetaira.
Sabían que era el final
que aquello no continuaba,
cada uno que sangraba
sangraba su ideología,
rencor y envidia que un día
el odio acariciaba.
El Cielo del Batallón
bajó a nivel de la torre
de agua, de donde corre
el fuego que Dios previno.
Que matará al asesino
sin que injurias le ahorre.
Y como estaba cantado
del Cielo bajó ventura.
Ya del ERP, a su locura,
muy poco le había quedado
cuando pájaros artillados
un pronto final auguran.
Sí, tres helicópteros tres
que de algún lugar salieron
desde el cielo irrumpieron
decidiendo la balanza.
Y como punta de lanza
en dos al rojo partieron.
que tiene asiento en Morón,
les dio desde allí el envión
sumándolos a la lucha.
¿Qué represalia es mucha
si se ataca a la Nación ?
Más de una hora corría
que había llegado Satán,
con ese perverso afán
que a la Izquierda denota,
rebalsado había la gota
ese vaso el letal plan.
Focos, cohetes, metralla
del firmamento bajaban,
los hijos del Che escapaban
como rata por tirante.
Fue en ese mismo instante
que a la muerte saludaban.
Era un judío de aquellos,
judío de antología,
que unía a la ideología
esa condición errante.
Vio venirse por delante
un carro, y se le venía.
Era un carro de combate
que orugueaba los pastos.
A Espadas, Copas y Bastos
no les hacía distingos,
perseguía a esos tilingos
que no cubrían sus gastos.
Toda la vida en un tris
todo el destino en un punto,
y comprender que en conjunto
pagaría lo que hiciera.
Tanto daño a su manera,
como un judío del mundo..
El era otro judío
empadronado en el ERP,
las cosas que había que ver,
él la maqueta había hecho
del lugar. Para provecho
de un copamiento cualquier.
Este judío había estudiado
en los claustros argentinos.
De ingenuidad bizantinos,
que a todos capacitaban,
aún a los que traicionaban
a una patria en su camino.
Allí estaba el arquitecto
el hebreo derrotado
herido, despatarrado,
viendo que se le venía
el castigo que él tenía
por lo hecho, bien ganado.
Dos meses y medio atrás
Santucho le había pedido
que hiciese como al descuido
un prototipo del Cuartel,
siendo ese hijo de Israel
quien cumpliera el cometido.
Y como si no alcanzara
semejante felonía
el judío se proponía
al “Viejobueno” coparlo,
y al trabajo redondearlo
si a algún milico ponía.
Mas la taba se dio vuelta
y ese carro blindado
a poco lo habría pisado
porque aplastarlo podía.
Y en ese momento hacía
lo que sí estaba cantado..
Fueron varias las orugas
que aplastaron guerrilleros.
Allí no cabían fueron
de los Derechos Humanos,
para los que eran gusanos
de la Nación , carroñeros.
Como música llegaron
los pájaros aspavientos
para ceñir en sus tientos
el final de la batalla.
Ven al del ERP, ametrallan
ayunos de miramientos.
La noche ya ha caído
y los focos con, sus soles
cual fugaces arreboles
rastrean a los asaltantes.
Hacia atrás, hacia delante
lanzan cohetes y bemoles.
Uno a uno iban muriendo
los guerrilla del asalto
sin poder pasar por alto
lo que por alto venía.
En toda la geografía
la muerte estaba en resalto.
Después de casi dos horas
de Cátedra de Humanismo
del ERP, de su gran civismo,
busca su paso al costado.
Pero el ERP está rodeado
de una furia que es él mismo.
Los muy pocos que quedaban
van corriendo para el fondo,
y el asedio es tan hondo
que ellos quisieran parar.
Ahora tratan de escapar
a las villas en redondo.
Unos pocos guerrilleros
se escondieron en su escape
buscando que algo los tape
en un cuartucho cerrado,
después de haber volado
el candado en el derrape.
Pero “la suerte que es grela”
según el Tango lo afirma
en este hecho se confirma
que allí comienza a fallar.
Porque luego, al rastrillar,
sella el Ejército. Y firma.
Se descubre el escondite
cuando todo ha terminado.
Y esos del ERP retobados
que entraran allí a matar
ya van a experimentar
la muerte que habían planeado.
Potentes focos de día
blanquean la noche cerrada,
y las tumbas preparadas
semejan los que allí apuntan,
a los rojos que se juntan
en la partida anunciada.
Mueren allí en el lugar
de la Patria , proxenetas.
Que buscaron las jinetas
para de sangre teñirlas.
Y apenas quedan esquirlas
de sus delirantes metas.
Y llegue nuestro homenaje
a dos Soldados queridos
Raúl Sessa, que ha partido
junto a Grimaldi, Enrique
sin que esto signifique
todo lo que ellos han sido.
Como hijos bien nacidos
de esta Patria generosa
en la jornada gloriosa
Combate de Monte Chingolo
el clarín alcanza solo
la heroicidad más pomposa.
Querido Hermano Grimaldi
y querido Hermano Sessa,
nuestra palabra los besa
con sus labios de epopeya.
Y sigue vibrando en ella
de la gratitud, su alteza.
La lucha duró dos horas
sí, aproximadamente.
Y en combates diferentes
los del ERP fueron diezmados.
El botín imaginado
fue perder con nuestra gente,
Cerca de las Veintiuna
el Regimiento de Saavedra
ya había tirado sus piedras
camino de “Viejobueno”,
haciendo sonar sus truenos
y su confianza que medra.
Y en el único lugar
que la cosa estuvo espesa
fue la gaucha fortaleza
de la Guardia mencionada.
Que en aquella atropellada
dio muestras de mil guapezas.
Porque fue la Inteligencia
que los francos regulares
mantuvo en esos lugares
para vender la impresión,
que no había en la ocasión
cuidados espectaculares,
En la puerta de la Guardia
ese mismo mediodía
colimbas se despedían
por lo menos hasta el viernes
como si no fuese en ciernes
que un acecho mantenía.
Les tocó a los Oficiales
hacer allí la pata ancha
y mostrar en esa cancha
tanto el Coronel Abud
como el Mayor Barczuk
dominio ante la avalancha.
Allí el mando argentino
se lució en su gallardía
sabiendo que siempre un día
Dios a prueba nos somete,
que metidos en el brete
se debe pelar la hombría.
La tropa a la vez estuvo
de acuerdo a sus pergaminos
de combates que argentinos
libraron en otras guerras
iguales ganas que encierran
merecer un gran destino.
Cuando entraron las orugas
que venían desde Palermo
estaban “secos y enfermos”
los del ERP que se mandaron,
y que allí mismo velaron
sus muertos, sin mate y termo.
Y se fueron por los fondos
del hoy mítico Arsenal
los que estuvieran muy mal
en llegar a degollarnos,
para poder encontrarnos
con una enjundia inmotal.
Fueron luces de bengala
anticipando las Fiestas
las que blanquearon la cresta
de aquel día Veintitrés,
la del grandioso revés
de la Subversión que apesta.
Se dirá que a una segura
muerte los mandó Santucho.
No es verdad. Él con mucho
de un poder que no contaba
cotidiano deliraba,
eso se vio sobre el pucho.
Otra judía subversiva
que integró la fuerza ERP
fue al otro día a caer
por allí en un rastrillaje.
Pagó el Ejército el viaje,
y nadie la volvió a ver.
Todo se paga en la vida
y ellos también lo pagaron.
Tal vez no les financiaron
la deuda en muchos meses,
aunque pagaron con creces
muchos que se sublevaron.
Cerca de la medianoche
todo pareció concluso.
Aunque aún era difuso
el cuadro de situación.
No se escuchó otra explosión
que ¡Vivas! que el triunfo dispuso.
Mañana del Veinticuatro,
de la Victoria ese día
que vuelve una peluquería
la zona que al rastrillar
de “zurdos” quieren ahí peinar
Ejército y Policía.
En el desbande postrero
algún “zurdo” hubo alcanzado
la villa que a un costado
de “Viejobueno” existía.
alguno se ocultaría
por un favor mal prestado.
Bolivianos, paraguayos
la población integraban
y al tiempo que usufructuaban
de esta tierra el pan bendito,
con un rencor hecho grito
al futuro maliciaban.
Pocos de los que han llegado
a esta tierra a matarse
el hambre, son de fijarse.
de ser bien agradecidos.
Prevalece el resentido
que algo quiere cobrarse.
Extraños e indocumentados
viven de un bobo favor,
sabrá explicar el Señor
el porqué los aguantamos.
Pero en fin, así estamos
rodeados de lo peor.
Odian a las autoridades
y se creen con derechos
como si argentinos hechos
en definitiva fueran,
cualquier ocasión esperan
de disputarnos los techos
Todo esto para explicar
un poco lo inexplicable,
cuando escapando del sable
los del ERP se refugiaron
los pocos que se salvaron
en las villas miserables.
Sí, señor, debe creerme
esos “paraguas”, “bolitas”
recibieron como en cita
a esos “zurdos” piojosos,
que escapaban azarosos
perseguidos por sus cuitas.
Habrán sido tres o cuatro
los del ERP que se escondieron
aunque poco resistieron
al peine que allí pasaban
nuestras fuerzas que soplaban
aquellas muecas que huyeron.
Y que valga otro botón
para en la vida ubicarse
y saber cómo plantarse
en la realidad que acecha.
Es muy angosta la brecha
para después no quejarse.
El Combate de Chingolo
no sólo fue la derrota
de los cientos que la nota
quisieron dar, sorpresiva.
La guerrilla subversiva
morirá ya, gota a gora.
¡Gloria a Nuestros Caídos:
Ruffolo, Sessa. Cirsterna,
para ellos gloria eterna!
¡Petruzzi y Caballero,
Grimaldi, Spinassi, entero
el fasto que los gobierna!
Sessa, Petruzzi, Ruffolo,
Grimaldi y Spinassí
que gritan por siempre ¡Sí!
con Cisterna y Caballero.
Patira es amor verdadero
en Salta o Curupaity..
Llegue a los familiares
de esa sangre florecida
lo que en más alta medida
mi verbo pueda expresar.
Lo que Dios les quiso dar:
El Laurel, en su rama bendecido.
Cayó la tarde en Chingolo
a un paso, la Nochebuena.
¡Bombo y guitarras que suenan
por los Héroes argentinos,
que en “Viejobueno” el camino
mostraron, del alma plena.
Editorial Del Nuevo Amanecer.
Buenos Aires, Diciembre 2010 -
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