miércoles, 30 de noviembre de 2011


Gabriel Ruiz de los Llanos

EL COMBATE
DE MONTE CHINGOLO
23 DE DICIEMBRE DE 1975

Ed. Del Nuevo Amanecer.
Buenos Aires 2010.

Canto a la mayor victoria del Ejército Argentino en la Guerra contra la Subversión.

*24. 12. 1975. El Comandante General del Ejército, Jorge Rafael Videla revista las tropas formadas en la Plaza de Arnas  de la Unidad que en la víspera aplastaran el intento de copamiento del Batallón de Arsenales 601 “Domingo Viejobueno” por parte de la guerrilla del ERP. *Propensión del ERP a atacar unidades militares. *Antecedentes: Copamiento del Comando de Sanidad y del Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada de Catamarca.  *Tarea  de la Inteligencia militar argentina. Infiltración del enemigo. El Batallón arma su defensa.*Caída del ideólogo del operativo en  días previos, que había llevado a cabo el asalto a la Fábrica de Pólvoras y Explosivos de Villa María, Córdoba. *El martirio del Mayor Argentino del Valle Larrabure. *Del enemigo español al enemigo marxista.*Del Orden Natural al resentimiento.*La Inteligencia enemiga.  *Asalto a un hotel y concentración final de los atacantes. A las 18.45hs se inicia el asalto. *La Guardia del Batallón resiste. *Primeras bajas argentinas: Sargento Ayudante Roque Cisterna, Soldado Benito Manuel Ruffolo. *El ataque es detenido. *Los rojos van sembrando la Unidad con sus muertos. *Acciones en varios puentes cercanos del Riachuelo *Apoyo de la Policía Bonaerense y de la Policía Federal. *Capitán Luis María Petruzzi. *Teniente Primero José Luis Spinassi.  *El enemigo sin escapatoria. *Judíos en el ERP. *El que las hace las paga. *Soldado Roberto Caballero. Apoyo aéreo.*Apoyo del RI de Infantería “Patricios” y del R3 de Infantería de La Tablada.. *Dos horas más tarde, la suerte está echada. *Soldado Raúl Sessa. *Soldado Enrique Grimaldi. *Los carros de combate aplastan a las fuerzas anti argentinas. *Persecución de los rojos en retirada. *Amanecer de la Victoria. *Gloria a los Soldados argentinos muertos. Y a sus familiares, el Laurel bendecido.  


El útil vino del cielo,

como todo lo que existe,

y las miradas en ristre

buscaron lo que se anhela:

Venía el General Videla,

y el lugar su gloria viste.



El helicóptero aquel

se posa en el Veinticuatro

de Diciembre, en el teatro

del combate sucedido

hace horas y ha podido

dejar de Historia, un retrato.



Mil Nueve Setenta y Cinco

Batallón 601

“Viejobueno” llaman unos,

Depósito de Arsenales

que para colmo de males

atacó el ERP de consuno.



Baja el General Videla

recién aerotransportado

llega, a saludar los soldados

que en la víspera vencieron

a los rojos que quisieron

verlos muertos. Mancillados.



Las tropas allí formadas

rindieron al Jefe honores

que honraba los valores

patrios que se defendieran

ayer. Argentinos  que lucieran

enfrentando  a los horrores.



El día de Nochebuena,

las nueve de la mañana,

la Plaza de Armas se ufana

de celebrar la Victoria

en este sitio de gloria

que nuestra gente engalana.



Se recordó brevemente

lo que había ocurrido,

que no pudiese un descuido

encontrarnos indefensos.

Y que con los nervios tensos

los hubimos recibido.



Se invitó acto seguido

que fuesen ya a recorrer

lo que acababa de ser

el campo de la batalla,

donde tuvieron a raya

los nuestros a los del ERP.



Todo parece sencillo

cuando está para el provecho,

cuando todo luce hecho

como debió realizarse.

Y sólo queda mirarse

en el espejo derecho.



Anfitriones, visitantes,

se movió la comitiva

a la tierra decisiva

que sostuvo los combates,

que presenció los remates

de rojos a la deriva.



Al tanto de los sucesos,

serio el General Videla,

escuchó cómo hizo escuela

de valor en la ocasión

cada hombre del Batallón

cuando el riesgo ya nos pela.



Recorrió la Guardia hollada

cuando la fiera marxista

quiso sellar su conquista

en alas de la sorpresa.

Pero no sería en esa

ocasión, a ojos vistas.



Y muy cerca del lugar,

si es que el hombre precavido

por dos vale en un sentido,

vio el General una franja,

unos cien metros de zanjas

cavadas como un tendido.



La Inteligencia castrense

tenía datos fidedignos

que los marxistas indignos

la Unidad atacarían.

Que si hasta allí llegarían

tropezarían esos signos.



El providencial Videla,

el futuro arrasador

de las huestes de ese hedor

a traición insoportable,

recorría que inefable

de sus tropas ahí el valor.



A continuación llegaron

al fondo de la Unidad

dando una igual probidad

los hechos allí vividos.

Los combates referidos

con la zurda iniquidad.



Le muestran de recorrida

la Compañía de Servicios

que exhibía los estropicios

en el sitio ocasionados

cuando los marxistizados

se fueron al sacrificio.



Todo muy bien, transparente,

lo que caía de maduro,

que  fue a dar contra el muro

la necedad antiargentina.

Que se estrelló repentina

contra un patriotismo puro.



Alguien entonces propuso

dirigirse a los galpones

para templar emociones

de la Victoria argentina

Que Videla en su retina

guardara pasto de leones.



Al paso del escarmiento

llegaron a un gran galpón

que albergaba un montón

de cuerpos abandonados

por la vida. Lacerados

al punto, por su gran traición.



Medio centenar de cuerpos

que nunca fueron humanos,

aunque llenaron sus manos

de lo que les dio Argentina.

que con alma de letrina

volvieron los dones, vamos,



Yacían sobre los pisos

de la Patria, los traidores.

Que no tuvieron mejores

intenciones que arriar

la Azul y Blanca y colgar

sus espantosos colores.



Ya Cuba había padecido

de Carlos Marx adiposa

su ideología asquerosa

que al espíritu amordaza.

Que a Dios, Patria y raza

las cambian por cualquier cosa.



Enemigos de Argentina

renegados de la tierra

que los sustentó y encierra

el orgullo de los criollos.

De ingratitudes, arroyo,

mala opción hacer la guerra.



Entraron para quedarse

muy dentro de la Unidad,

dentro de su iniquidad

que les retuvo la vida.

Y en una fila tendida

yacía su fatalidad.



Era el día de Nochebuena

y habría de celebrarse

Y en Monte Chingolo alzarse

la copa de la Victoria

argentina. En esta historia,

no había que descuidarse.



Una curiosa propensión

los  rojos del ERP tenían

eso que los llevaría

como si fuera su sino

al Ejército Argentino

a atacarlo, si podía.



No era una casualidad

que los del ERP, extranjeros,

al espíritu  cimero

del noble pueblo argentino,

se obsediera en el camino

de cualquier ataque artero.



Lo que en verdad el ERP quería,

oculto en su corazón,

si las ratas con perdón

también corazón tenían,

era quedarse algún día

con la criolla Tradición.



Ese es el punto central

de los “zurdos” resentidos,

envidiosos, mal paridos,

pusilánimes totales

que a las leyes naturales

les pegan un alarido.



Por eso nadie se asombre

de que en nuestra Tradición

se centre toda agresión

del que vive descastado.

Y de la Patria a un costado

la acose la Subversión.



El Ejército Argentino

es parte de la Tradición

argentina. Es el morrión

que nuestro espíritu calza

y que en la Historia realza

alma y perfil en cuestión.



Elegir como enemigo

al Ejército Argentino

es seguir igual camino

que el que anuncia el mal agüero,

es propio de un extranjero

 y un extraño a lo divino.



No por nada apología

de nuestro ser es el Sable

que hiciera un día hable

nuestra índole en su filo,

que nos tuviera en vilo

tras los Andes, memorable.



Jerarquía, Autoridad,

Tradición y Absoluto,

principios que en un minuto

niegan los apátridas ateos,

convirtiéndose en reos

de lesa Argentina, en fruto.



No hay mucho que especular

sobre estos elementos,

rápidamente un tormento

nacional son su destajo.

Y desde Dios hacia abajo

ya nadie contará el cuento.



Por eso la alevosía

del crimen del subversivo

campea  lo más altivo

y propio es de su accionar.

Del zurdo es propio esperar

su maldad cual revulsivo.



Nunca llovió para arriba,

nunca un hijo fue su padre,

y para que un perro ladre

antes tiene que existir.

Jamás habrá un porvenir

si un pasado no lo abre.



Así, con esta miseria

humana y judeo marxista

no es extraño que persista

contra el milico el encono.

Y cuando pueden el tono

suben. Hasta lo que se resista.



Ese plan maravilloso

que el ERP tenía a la vista

era; Patria Socialista,

el alma en silla de ruedas

tratando de mil maneras

de impedir que Dios exista.



Así, el Seis de Septiembre

del año Setenta y Tres

iba el ERP aquella vez

a asaltar en la ciudad

el Comando de Sanidad.

Y sangriento fue el revés.



Un comentario aparte

merece un joven traidor

Invernizzi, Hernán, la flor

de lo bastardo. Un corrupto,

que entregó en un exabrupto

la Guardia al ERP subversor.



Una inmundicia del alma

un traidor de la Nación

que merecía la ablación

de su cabeza podrida.

Ya que en su justa medida

merecía esa lección.



La idea era poder robar

fusiles FAL, que en decenas

aquella Unidad almacena.

Para poder destinarlos

a más asaltos. Usarlos

en su delito en cadena.



Pero un Jefe de “Patricios”

Duarte Hardoy, el Coronel,

se interpuso entre la hiel

de los rojos y el destino.

Y allí murió un argentino,

soldado argentino fiel.



Pronto se cerró la zona,

y rápida la Policía

Federal allí cumplía

movimiento cerrojo.

Fuera quien fuese el rojo

del lugar no escaparía.



Se intimó la rendición

y la rendición fue un hecho.

No pudieron tocar techo

los del ERP que se mostraron,

pero allí conculcaron

la vida de un ser derecho.



Pero no es todo, señor.

Un mes atrás en Catamarca

sería el lugar, la marca,

y  del ERP el nuevo brinco

Año Setenta y Cinco,

Doce de Agosto, la Parca.



Los “zurdos” querían copar

el Regimiento Diecisiete

que en un sorpresivo apriete

les permitiría incautar

las armas de ese lugar,

y así dejarlo al garete.



Pero sus planes salieron

para el lado de la Justicia,

no llegando esa milicia

ni a acercarse al cuartel.

Delatado el grupo aquel,

la represión ya se inicia.



Los corrieron fieramente

en la Provincia del norte,

y como el mejor aporte

a dieciséis les mataron,

que testimonio dejaron

de esas cabezas en corte.



Cuando pensaron en Chingolo

los del ERP ya se traían

toda esa fantasía

cruenta y a la carrera.

No era la vez primera

que el rojo atacaría.



Como indican los manuales

el Ejército Argentino

había infiltrado fino

a esta banda terrorista.

Y al terminar la revista

pareció aquello un destino.



Subió Videla a la nave

que hasta allí lo transportara

y después que saludara

se escucharon varios ¡Viva!

Y una alegría cautiva

quedó cuando despegara.



Combate de Monte Chingolo

que el enemigo argentino

forzó. Y que en el camino

mordió polvos de derrota.

Dejando allí gota a gota

su sangre el asesino.



Supo nuestra Inteligencia

Militar adelantarse.

Supo en ellos infiltrarse

y obtener la información

de planes que la Subversión

pensaba un día jactarse.



El filtro del enemigo

llevaba ya más de un año,

y se conocía el daño

que los marxistas buscaban,

con los planes que evaluaban

lavados de todo engaño.



Se realizan seguimientos

de personas por días, meses

que parecen muchas veces

no ser más que rutinarios,

más serán extraordinarios

en redes llenas de peces.



Y en ese sutil trabajo

digno de profesionales

caerán para sus males

los “zurdos” uno por uno.

Y muy difícil que alguno

de esos vuelva a sus cabales.



El ERP que lanzó el ataque

iba siendo en Tucumán

diezmado con ese afán

del Ejército Argentino.

Y alguno de allí vino

atraído por este imán.



Si bien los rojos golpeaban

ellos golpes recibían.

Y el mal que asiduo hacían

les volvía multiplicado,

Y en la cuenta habrán notado

el fin que se les venía.



Héroes de cartón pintado

esas ratas subversivas,

muchas pruebas abrasivas

de su maldad nos dejaron.

Y aunque pasmo provocaron

quedaron a la deriva.



El comando que adelante

llevó el plan del copamiento

del Arsenal con asiento

allí en Monte Chingolo

venía cubierto de dolos

en otros merecimientos.



Vaya tropa  temeraria:

capaz de grandes hazañas

en las que se diera maña:

Mató a la hijita de Viola

y al padre, en una sola

prueba de arrojo tamaña.



Mataron a esa hijita

como un fin anticipado,

y ya nunca bien parado

quedaría su destino.

Más de uno quedó en camino

y más de uno, destripado.



Ledesma en Villa María,

el año que había pasado,

quien de asalto hubo tomado

su Fábrica de Explosivos.

Y entre muertos y cautivos

milicos hizo el sangrado.



Fue Argentino Larrabure

un Héroe, que no cualquiera,

de esta guerra una bandera

del Ejército Argentino.

Ser soldado fue su sino

de una gloria verdadera.



Querían tomar de rehenes

a militares, por caso,

e intentar el traspaso

por varios del ERP que habían,

y en cárceles se pudrían.

Así, acortarles el plazo.



Pero no cedió Argentina

al chantaje guerrillero.

Siempre se puso primero

el interés de este suelo.

Y aún en el peor desvelo

se impuso el honor guerrero.



Al asalto que Ledesma

ayer mismo consumara

un secuestro se sumara:

el del Mayor Larrabure.

Que todo lo que este dure,

digno el Mayor soportara.



Hazañas de los Ledesma:

Mantener preso en un pozo

al Mayor. En un acoso

de un año y una semana.

Que su fuerza sobrehumana

fue de su alma alborozo.



Al cabo de tantos días

Ledesma ahorcó al Mayor

porque le diera a él pavor

ver íntegro a ese soldado.

Y ver que había fracasado

en quebrarle allí el valor.



Esa era la caterva

que atacaría “Viejobueno”

que caería como trueno

sobre la plaza argentina.

La inmundicia repentina

mezcla de fuego y de cieno.



Fue un  trabajo fecundo

que previo a estas acciones

servicios de informaciones

argentinos realizaran.

Las bajas que ocasionaran

llegarían a montones.



Se vigilaron personas

y casas operativas

y aquellas citas furtivas

de la guerrilla en acción,

correos, documentación,

todas pistas decisivas.



Es cierto que la guerrilla

hizo su mal a destajo,

cortando feroz de cuajo

muchas vidas argentinas.

La muerte en cualquier esquina

repicaba su badajo.



Pero este enemigo

marxista, rojo, bastardo

en el recuerdo que guardo

muy otro de otros figura.

Es su perfil que procura

dar asco, veloz o tardo.



Piénsese en los españoles

méntese aquel señorío

que en alas de propios bríos

sostenía la Conquista.

Y que al perderla de vista

no envenenara  los ríos.



En el Orden Natural

ellos vivieron su parte,

supieron luchar con arte

conquistando un continente.

Pero siempre fueron gente

en quien pudieras mirarte.



Nunca tuvo el español,

me castigue Dios si miento,

aires de resentimiento

que a sus velas impulsara.

En la envidia no se ampara,

su Identidad no es  cuento..



Le reconoce el humano

trascendente su estatura.

Y le deja en su aventura

un Dios al americano,

también le tiene su mano

la Tradición, la Cultura.



En cambio, este enemigo,

esta plaga subversiva

es el alma discursiva

de todo resentimiento.

Que lleva en todo momento

maldad y muerte progresiva.



Porque oncólogo yo soy,

oncólogo espiritual,

no se me escapa el Mal.

De la Igualdad desconfío,

del marxista y del judío

de uno y otro por igual.



Muchas veces me he expresado

hablando de los judíos

ya por todos conocido.

Maldición de las naciones.

De la honra, sus crespones.

Sobre mojado, llovido.



El cáncer que Carlos Marx

metastizó socialmente

fue un daño que recurrente

en tierras de la mala fe

pudo hacer en ella pie

su prédica disolvente.



Judío nefasto  ese Marx,

su triquinosis macula,

su “Manifiesto” eyacula

su semen de depravado.

Lo natural a un costado

deja. Mientras su virus pulula.



Que de aquellos enemigos

que La Argentina enfrentó

ninguno, al fin, resultó

ser en su fuero ominoso

como el marxista piojoso

que la Subversión prohijó.



Se arrogaron el derecho

de matar, porque mataron.

Pero después se quejaron

como putas en la acción

por la gran retribución

que los nuestros acercaron.



Secuestraron y mataron

en demasía por cierto,

pero cuando fueron muertos

o a su vez secuestrados

se sintieron desplazados

del derecho en esos puertos.



Repetiré hasta el cansancio

que quienes los combatieron

a ellos no confundieron.

Nunca fueron “genocidas”

sí, en cambio, “raticidas”

los que a ellos vencieron.



Pues bien, que los esperaron

los criollos del Batallón

601, la acción

en el aire la cazaron

y atentos los aguardaron

con la propia excitación.



A más de cavar las zanjas

el Jefe, Coronel Abud

previendo sabio el alud

subversivo instalaba

en puestos que controlaba

metralla mirando al Sud.



En efecto, el Coronel

junto a Barckzuk, su Mayor,

a “Viejobueno” el honor

hicieron de defenderlo.

Y ,por supuesto, al tenerlo

en su argentino fervor.



Arriba del tanque de agua

puso una ametralladora

El Jefe, en buena hora

para barrer la Unidad

cuando allí de la verdad

sonara su propia hora.



También hubieron carriers

en el camino de entrada

para copar la parada

si de eso se trataba.

La tropa lista ya estaba

a la hora señalada.



El ERP también preparaba

con tiempo esa operación.

En Septiembre hubo reunión

de mandos en la curtiembre,

y eligieron a Diciembre

para darle ahí concreción.



Y de todas las acciones

pensadas contra Argentina

se destacaba pristina

la de hacerle al Batallón

un ataque. En la ilusión

del Arsenal de esa mina.



Creían que “Viejobueno”

en un mar de armas nadaba

que fusiles derrochaba

y municiones, ni hablar.

que ellos se iban a alzar

con lo que el sueño doraba,



La realidad, sin embargo,

era otra. Qué iba a hacer,

no guardaba ese taller

el tesoro que anhelaban.

Pero igual se preparaban

los apátridas de ayer.



De todas formas, la toma

de semejante Unidad

otorgaría en verdad

gran valor de propaganda.

Y fue así que esa banda

vio allí su oportunidad.



“Viejobueno” se encontraba

en Lanús, en su Partido

como lugar extendido

del Buenos Aires vecino.

Cruzado por mil caminos

bastante bien protegido.



Nuestros lugares emblemas

tendidos sobre la Pampa

y el enemigo que acampa

dispuesto a someterlos.

Al Mal hay que conocerlo

para no pisar su trampa.



Pero no era esa Unidad

una unidad de combate.

Galpones de los que se trate

a la guarda de armamento,

vacíos por el momento

aunque el fuego desaten.



A las aves carroñeras

del ERP guiaba Santucho

un negrito más que ducho

en traiciones cada día

a la Patria. su maestría

sobresalía con mucho.



Santucho, Ledesma, Urteaga

y otros más de su calaña

perpetrarían la hazaña

de torcernos el destino,

y al Ejército Argentino

golpearlo  con lo  que daña.



Contaba por esos días

con un soldado pasado

al enemigo. Entregado

al resentimiento rojo

que se sumaría al despojo

por ellos imaginado.



Así en el mes de Octubre

del Año Setenta y Cinco

tomó carrera aquel pingo

que ilusionaba el asalto

que a cada paso resalto

y en el recuerdo me finco.



Buscaron a un arquitecto

que hiciese la maqueta

de la Unidad, en la perfecta

idea de pensar en todo.

Y también, del mismo modo

sugerencias recolectan.



Sacaron los descastados

del ERP sus fotografías

de instalaciones que un día

los vería por fuerza entrar

con la intención de tomar

la Guardia que allí existía.



Así, todo el movimiento

de allí el ERP registró,

su Inteligencia estudió

cada cosa y en su horario.

Teniendo al fin el rosario

de datos que utilizó.



Los guerrilleros del caso

fueron en la operación

trescientos. Con su participación

netamente definida.

No habrá balas perdidas

perjudicando la acción.



Pero todo no salía

como los rojos querían,

y también ellos tendrían

sus dolores de cabeza

Diciembre Siete: Una pieza

clave del ERP, ya caía.



Si una mano lava a otra,

las de la Inteligencia

Miliar, con esa urgencia

propia de su disciplina

le da una mano a Argentina

en semejante emergencia.



Los seguimientos y escuchas

sus frutos fueron dejando,

quisieron acordarse cuando,

los rojos, ya era tarde.

Y en ese Diciembre que arde

sus bajas irían quedando.



Las “casas operativas”

una a una detectadas

dejaron en la estacada

a los cuadro de la Zurda.

Si debe aturdir, que aturda

la caída tan esmerada.



El siete cae Ledesma,

del ERP, en Número Dos,

porque así lo quiso Dios

y nosotros lo quisimos.

Y ese triunfo merecimos

en esa contienda atroz.



En Wilde lo detuvieron

después de haber caído

un refugio protegido

en la residencial Martínez.

Dos casas, los mismos fines

¿fue delación o un descuido?



Los mandos del ERP trataron

de intercambiar prisioneros.

Que se fueran los primeros

que tenían secuestrados.

Los argentinos fogueados,

militares, se opusieron.



Ledesma en Campo de Mayo

permaneció detenido

y en algún rato perdido

el fantasma de la nena

de Viola ¡Por Dios, qué pena!

sobrevoló al forajido.



Santucho, a pesar de todo,

confirmó la operación.

Si tuvo o no razón

habría un día que ver.

¿Fue su deseo allí correr

adelante,  a su extinción?



Y en el lugar de Ledesma

el ERP colocó a Urteaga

que hiciese lo que haga

el destino estaba escrito:

El sino del ERP, maldito,

la Patria con muerte paga.



Unos pocos días antes

diferentes pelotones

allí en las inmediaciones

del Batallón concentraron

y la atención no llamaron,

por tomar sus precauciones.



Unos, los de la vanguardia,

integrarían una fila

de coches. que en la tranquila

tarde de los bonaerenses

harían que el aire se tense

cuando el peligro titila.



Un camión y doce coches

harían la caravana

que ingresaría con ganas

subrepticia, con su envión,

atropellando el portón

y  corrigiendo la plana.



Serían unos sesenta

los que el ataque iniciaran,

y el cuádruple que apoyara

cumpliendo otras funciones.

Algunas, de distracciones.

Y otras, de cortar la cara.



Al tiempo que se abriría

el portón del “Viejobueno”

la organización en pleno

varios círculos trazaba

de contención. Que deseba

neutralizar rayos, truenos.



Y contaban con equipos

propios para la emergencia,

heridos que la insurgencia

seguro habría de tener.

También contaba en su haber

correos de su intendencia.



Todo lo habían preparado

las fuerzas antiargentinas

con todas las disciplinas

para triunfar en su apoyo.

Y por supuesto, ese rollo

de propaganda supina.



Dos días antes del ataque

Santucho llega al lugar

donde fuera a concentrar

el pelotón de cabeza.

Y en esa reunión expresa

lo importante a realizar.



Les quiso dejar en claro

que aquella operación

no era una del montón

de las guerrillas en danza,

que aquellas esperanzas

merecían su atención.



Que lo que iban a encarar

no tenía precedentes

de otros grupos combatientes.

Que lo del Cuartel Moncada,

de Castro, era una pavada

puesto a lo que tenían enfrente.



En su deseo, Argentina,

aleve habría de estar

como perla en el collar

del cuello del esclavismo.

Salido del Comunismo

nos pretendía desollar.

  

A las cinco de la tarde

en un hotel de parejas

donde se escuchan las quejas

que nunca son de dolor,

comenzó un revuelo flor

que  enarcara las cejas.



Era el día Veintitrés

de Diciembre el elegido.

Como si fuese a pedido

el ERP asaltó un hotel

alojamiento. El dintel

de amores fue el preferido.



Ahí se reunió la patota

con un orden sin premura.

Las parejas a esa altura

comenzaron a vestirse

y los rojos a decirse

que empezaba la aventura.



Se distribuyeron armas

entre aquellos guerrilleros

que siempre fueron ligeros

en repartir lo de extraños.

Después pasaron los años,

no volvieron fueros.



Al mismo tiempo secuaces

robaban con gran oficio

coches que en el estropicio

habrían de utilizar

calles, vías, neuralizar

y asociarlas al desquicio.



Iba pasando la hora

y ya las seis de la tarde

en esa jornada que arde

iba bien quedando atrás.

Los del asalto al compás

iban. Y Satán en el alarde.



Al frente de la columna

que enfilaba a la Unidad

un Mercedes Benz ahí va

cargado hasta la manija.

Viaja en él la valija

repleta de la peor maldad.



Mientras tanto pot la calle

mismo frente a la Unidad

desde la mañana están

instalados un par de puestos

que venden, siquiera estos,

sidra oferta en Navidad.



También ofrecen pan dulce

a precio de buen contento,

y aún el más atento

difícil que pensaría

que en los puestos se cocía

el morir a fuego lento.



Desde unos días atrás

el ERP había mantenido

para espiar su cometido

las tablas y caballetes,

que ayudarían en el brete

del asalto remanido.



Igualmente en la terraza

de algún comercio vecino

se hallaba alguien que vino

de francotirador a actuar,

pretendiéndose sumar

al copamiento en camino.



Mientras esto ocurría

en la Guardia del Batallón

no había en la evaluación

de nadie certeza alguna

que pudiese la fortuna

cambiar en  la Institución.



La  torre del tanque de aqua

estaba bien pertrechada,

ametralladora pesada

defendiendo el Arsenal.

Y atento hasta lo virtual

El Jefe, con su mirada.



Eduardo Abud, coronel,

Jefe allí de “Viejobueno”

batía todo el terreno

 esperando al enemigo

Y el Cielo era testigo:

el valor no le era ajeno.



Era un día de calor

que el calor anticipaba

de lo que se cocinaba

en el silencio extendido.

Y lo que fuera advertido

a punto de caer estaba.



Como contrainteligencia

el Ejército Argentino

junto con lo que previno

simuló no estar alerta.

Conscriptos francos la puerta

ganaron. Era el destino.



Pero en la Guardia ninguno

se encontraba distraído.

Dos sargentos guarecidos

de cualquier confiarse necio

conocían muy bien el precio

del relajo o el olvido.



En la calle la guerrilla

observó salir soldados

distendidos, olvidados,

que allí alzaban el vuelo.

Y mordieron el anzuelo:

El momento había llegado.



“Patricios” y “La Tablada

tenían en sus regimientos

propias fuerzas que al momento

saldrían como disparadas

a la primera llamada

que anunciase el copamiento.



La Policía Bonaerense

también atenta y sabuesa

miraba sobre la mesa

los mapas de las acciones

evaluando  las razones

de juntar varias cabezas.



De uno y de otro lado

velaban el entrevero,

unos con el gesto fiero

y atentos en sus sentidos.

Los otros, los resentidos,

traición y muerte en  aperos.



En la Guardia, dos sargentos,

Se llamaba uno Cisterna

para quien la gloria eterna

cerca de allí lo esperaba.

Saravia, el otro, quedaba

como criollo haciendo pierna.



Cada tanto los anteojos

centinelas larga vistas,

barrían en su revista

caminos e inmediaciones,

y ya ni autos ni camiones

recorrían esas pistas.



Jamás imaginaría,

aquel mediodía ardiente,

un fletero que esa gente

su camión le llevaría.

Que lo interceptarían,

en la ruta de repente.



Un Mercedes poderoso

que llevaba sus gaseosas

debió parar. Y esas cosas,

comenzaría un recorrido,

en él ya habían subido

armas. Que su carga engrosa.



Fusiles FAL y morteros

ametralladoras pesadas,

municiones que cargadas

un rato después bajaban

en puntos en los que instalaban

aguantes de la acción planeada.



Metáfora de su ideología

era su forma de actuar,

si había que robar, robar.

Y si matar, se mataba,

total el otro pagaba

la cuenta del lupanar.



Y fue ese mismo camión

que en un par de horas abriría

la marcha con la que irrumpía

esa banda anti argentina,

la que en su historia declina

mil casos de bastardía.



Con el dedo en el gatillo

de su arma MAG pesada,

con la operación cantada

el Coronel se encomienda

a la Patria. que Ésta encienda

su valentía probada.



Su condición de patriota

o instinto lo hizo mirar

a lo lejos, y apuntar

con el fuego de su mira

la columna que se estira

en ruta. Y la ve acercar.



Ya no quitaría su vista

del camión que la precede.

Dentro de su alma sucede

un deseo encantador

de entregarle lo mejor

a la Patria. Y él puede.



Y ya frente al Batallón

el camión su volantazo

pega. Y

Luego, un topetazo

y se incrusta en el portón.

Entreabierto, ya la acción

acaba de abrirse paso.



Entonces su serenata

de fuego dio el Coronel,

descargando a su granel

en las ratas visitantes,

que también en ese instante

se esparcían por el Cuartel.



La recepción calurosa

que los “zurdos” recibieron

no fue la que ellos quisieron,

que de tres puntos venía:

Guardia, carrier,  torre lucían

un fuego que no escondieron.



La lucha había comenzado,

la Patria se defendía

con todo lo que podía

de la chusma anti argentina,

de aquella marxista inquina,

del rencor que la nutría.



Gran combate, gran lección

que no debiera olvidarse

y en escuelas recordarse

como las de Independencia.

Que nos pone en evidencia

del ejemplo que ha de darse.



Cincuenta metros y adentro

del Cuartel paró el camión,

y bajaron  ya en montón

los guerrilleros de asalto,

a los lados del asfalto,

camino hacia el Batallón.



El combate se libraba

de la Guardia en derredor.

Y fue así que en el clamor

de las armas abatidos

los primeros forajidos

morían en el lugar.



Detrás de una barricada

un soldado disparaba

a la par que ellos bajaban.

Y fue que dos descendidos

algo más desguarecidos

sus sucias vidas dejaban.



Sin embargo, el enemigo

que quería cortarse solo

al Soldado B. Ruffolo

en la lucha lo mataba,

cuando éste disparaba

siendo de atracción un polo.



Benito Manuel Ruffolo

quiso pararlos de entrada

desde su misma zanjada

cuando la horda pisó tierra.

Y a metros suyo la guerra

le vino precipitada.



Tiró Ruffolo, tiraba

casi a la desguarecida

y en esa brava partida

porque así Dios lo dispuso

un rojo asqueroso puso

punto final a su vida.



Por todos lados llovían

los disparos encontrados

que los soldados lanzados

al enemigo barrían.

Y éste poco conseguía

del progreso imaginado.



Abiertos en abanico

habían tratado de entrar

más a fondo. Y capturar

al Jefe del Batallón.

Tan peregrina ilusión

desearon sí alimentar.



Los combates más intensos

por la Guardia se libraban,

los rojos se concentraban

en tomarla sí o sí.

Sin saber ellos que allí

su triste suerte jugaban.



Si como decía Confucio

la Constancia era más fuerte

que el Destino que en suerte

nos tocara en esta vida.

Fue en “Viejobueno” asistida

la Constancia patria, a muerte.



Aunque la Guardia tomasen

de allí ellos no pasarían,

en forma alguna podrían

llevarse de ese Arsenal

más que las huella del Mal

que sus pasos dejarían.



Unos rojos se filtraron

hacia el fondo a la derecha,

profundizando una brecha

que carecía de sentido.

También eso era advertido

en su serte tan estrecha.



Nuestro Sargento Cisterna

corre hacia una barricada,

barriendo a la pasada

e hiriendo al enemigo.

Mas llevaría consigo

su fin. en esa jornada.



Hubo allí cuerpos tendidos

que no volverían a andar.

Y otros que a transitar

se encontraban empeñados.

Y algunos a los costados

de la Guardia, queriendo entrar.



Sargento Roque Cisterna

Héroe de los defensores

que fue con nuestros Colores

con que hiciese su mortaja,

al mismo tiempo que bajan

del Cielo, gloria y honores.



Te batiste como un bravo

como ese bravo que fuiste,

que ya de licencia insiste

en quedarse a defender

su Cuartel. Y en su haber

la Patria lo calza, y viste.



Querido Hermano Cisterna

tu familia había esperado

tu regreso. Haber brindado

por el triunfo en Nochebuena.

Y en una estrella buena

seguro ya te ha encontrado.



Voló tu pecho la bala

que traía el encargo

de llevarte, sin embargo,

con los Héroes argentinos.

¡Para Vos, en mil caminos

el bramar de un clarín largo!



Desde hacía un rato soplaba

un viento patrio enjundioso,

que arrastraba poderoso

varias vidas guerrilleras.

Esas almas de arpilleras

dadas al Mal sin embozo.



Desde lo alto de la torre

del tanque de agua seguía

lloviendo lo que sería

el fuego de los crespones,

de los rojos, que en acciones

semejantes se morían.



Iba corriendo el reloj

y la noche iba bajando,

e iba el ataque entrando

en su final con estruendo

eso  que se estaba viendo:

Iba el ERP su piel dejando.



Otras fuerzas guerrilleras

hostigaban desde afuera,

y desde fincas linderas

batían al “Viejobueno”

mas no alcanzaba ese cieno

a embarrar el entrevero.



A esa altura del martes

Veintitrés anochecido

ya al lugar han concurrido

policías de la Regional

Lanús. Y de igual a igual

luchan, por el Cuartel agredido.



Distintos enfrentamientos

en la calle se suscitan

donde la guerrilla cita

en Camino General Belgrano

a emboscar nuestros hermanos

y todo se precipita.



El combate se extendió

a las zonas aledañas

donde con la misma saña

los argentinos luchaban,

y si podían destripaban

pasándoles la guadaña.



Entre los planes de apoyo

del ERP para el copamiento

del Batallón, el intento

contemplaba neutralizar

los puentes que en el lugar

del Riachuelo eran asiento.



No fueron muy eficaces

en la mayoría de casos,

porque esos grupos escasos

de guerrilla no lograba

detener lo que intentaba

del Arsenal a unos pasos.



Alguno de ellos cayó

aún tratando de escapar

cuando en ese malabar

del azar resultó herido.

Creyéndose guarecido

la Ley lo supo encontrar.



Como en casos similares

los criollos ya escaldados

confiaban a los soldados

el rojo que había caído.

Después, “desaparecido”

pagaba lo hecho. Al contado.



El Victorino de la Plaza

es un pintoresco puente

bastante angosto de frente

de fieros y de madera,

del tiempo que el Tango era

escándalo entre la gente.



En punto, a las Diez y Nueve

bajó de una camioneta

un grupo con una meta:

cortar el paso a través

del puente. Ellos eran diez

con esa idea concreta.



Pero el destino que escribe

con trazos bien diferentes

quiso que los insurgentes

no ganaran su partida.

Por el contrario, sus vidas

se llevara el oponente.



La Policía Federal

con su Gallo siempre alerta

llegó primera, despierta.

al lugar de la emboscada .

La calle estaba cortada

al pie del puente, de oferta.



Al romper el tiroteo

una “zurda” es malherida

provocando la partida

del grupo recién llegado,

que no hubo soportado

la policial embestida.



Huída y persecución

y a poco, vuelven las balas,

ni por buenas ni por malas

se irían de allí los rojos.

Y los canas con arrojo

les van cortando las alas.



Luis María Petrruzzi

un Capitán argentino

fue parado en el camino

del fuego en su camioneta.

Y su estirpe, tan inquieta,

buscó su arma y  su destino.



A quemarropa moría

el valiente combatiente,

que encontrara de repente

la gloria en su valentía.

Tributa desde ese  día

nuestro homenaje esplendente.



Guerrero Capitán Petruzzi,

un Soldado tan querido

para Vos nunca el olvido

te llevará a bambalinas,

Entre Gestas argentinas

Sos bronce de los que han sido.



Tiros, más persecuciones.

Coches robados, más coches

y más bajas como broches

de la represión urdida.

Y la “Zurda” aunque se cuida,

hunde su cruz en la noche.



De esos diez extranjeros

no se supo de ninguno

nunca más. Fue un oportuno

obituario para siete

rojos, en este apriete

¿Los tres restantes?, dijo uno.



En otro frente cercano

que había del Batallón,

en un maldito encerrón

cuando trata de pasarlo,

un Teniente va a pagarlo

con su vida en esa acción.



R3 de Infantería

con asiento en La Tablada

en la noche fogoneada

a Spinassi, José Luis

ve caer ya en un desliz

de una suerte prefijada.



Teniente Primero nuestro,

gallardo Oficial valiente,

tu coraje recurrente

se hace presente aquí.

Es tu ejemplo, Spinassí

el de un patriotismo ardiente.



Muy cerca ya del Cuartel

al que lo tenía a mano,

por Camino General Belgrano

nuestro Spinassi marchaba

al Cielo que lo aguardaba,

izándolo desde el llano.



Como muestra de un botón,

como prueba lamentable

del accionar detestable

del judío en las naciones

de sus negras intenciones,

dejemos la Historia hable.



empantanados, los “zurdos”,

como entrar habían entrado

pero no habían progresado

en uno de sus objetivos.

Por la defensa advertidos,

habían sido fulminados.



Más de la mitad insurgente

a esa altura eran bajas,

heridos, muertos, que en caja

el batallón había puesto.

Y con los reflejos prestos

retrocede el Mal que ultraja.



Volviendo a los judíos

y a su pérfido accionar

ya es del caso comentar

lo que muestra una biopsia:

Que es en verdad “necropsia”

del hebreo existenciar.



¿No es curioso el comprobar

el más alto porcentaje

de judíos que en el viaje

subversivo se anotaron?

¿Cuántos, cuántos engrosaron

de la traición, el dopaje?.



En la Subversión se ha dado

del judío doble traición.

Una, que en su condición

de tal lo gentil subvierte.

Otra, cuando se convierte

en “zurdo” y hombre de acción.



En el caso que nos toca

del Batallón “Viejobueno”

sin remover mucho el cieno

de la columna atacante

hay la presencia urticante

de judíos, a cartón lleno.



Entonces, yo me pregunto

¿Hasta cuándo la paciencia

dejará de ser la ciencia

de una extraña tolerancia,

volviéndose en esta instancia

muestra brutal de indolencia?



Allí donde los judíos van

corroen concientemente

la Tradición. Con su mente

hecha al Mal de las naciones

y se ordenan en acciones

con ese fin evidente.



Y si a eso le sumamos

la decisión del judío

de sumarse con sus bríos

como subversivo armado                                                                                                                  

veremos que es demasiado

ser eso más lo que ha sido.



Numerosa, bien nutrida,

fue la presencia judía

en el ERP. Siendo su guía

la destrucción de Argentina,

que llevan en sus retinas

cual Plan Andinia del día.



Una insurgente del ERP

era hija de inmigrantes,

que como tantos rodantes

recalaron en el Plata,

donde el hambre no te mata

como dónde vivían antes.



No encontró mejor manera

esta judía de pagar

lo que Argentina al llegar

le entregara generosa,

que volverse una asquerosa

enemiga irregular.



Camino General Belgrano

allí el destino resarció

todo lo que ella ultrajó

de nuestra Argentina amada:

La destrozó una granada

que su mano no arrojó.



Enseñanza trascendente

de una presencia indeseable

en cualquier nación que hable

por propia soberanía,

castigo lee llega un día

al que es del Mal, responsable.



Puede decirse de arranque

que la suerte estuvo echada

desde la misma entrada

de los rojos al Batallón,

la sorpresa y la emoción

fueron dos cortas jugadas.



Irse, ya, ya no podrían,

muchos estaban bien muertos,

otros rengos, otros tuertos,

todos a la que te criaste.

Aunque municiones gaste

el ERP no tocaría puerto.



Desperdigados estaban

porque fueron sorprendidos

por el fuego embravecido

sin pausa de los defensores.

Y de todos los colores

la pasarían esos peores.



Tampoco tendrían escape,

salvo los que nunca entraron,

los que de afuera miraron

cómo le hacían la boleta

en esa noche secreta

a los que el portón voltearon.



Fueron al muere derecho

por necios, por precipitados,

porque sus planes cantados

estaban para el argentino.

Que los dejó en el camino

para siempre, destrozados.



Cierto que hicieron su daño,

no el daño que querían.

Mataron, porque seguían

sus carreras de asesinos.

Pero allí los argentinos

los muertos fotografían.



Ni armas ni propaganda

nada de eso consiguieron,

y pocos de los que fueron

volvieron para contarlo.

Es un gusto relatarlo

al fracaso que tuvieron.



Sesenta muertos adentro

cuarenta en alrededores

son los cálculos mejores.

Cien muertos es esa cuenta

que tuvo el ERP, Cenicienta

de los peores horrores.



Un rojo desesperado

entra a la Guardia, sin más.

Dispara, en su fin,  capaz

y ciego en el entrevero

a Roberto Caballero,

Conscripto, descansa en paz.



A Roberto Caballero

digno Soldado argentino

veo ir por el camino

eterno de los patriotas,

muerto en honor en sus botas

y vivo en nuestro destino.



El hijo del ERP no dura

demasiado en esa instancia

porque en esa circunstancia

otro soldado en la pieza

le destroza la cabeza

por su equívoca jactancia.



En medio de los disparos

el Sargento que quedaba

en la Guardia bien pensaba

mandarse una decisión.

Por fortuna en la ocasión

la intuición lo acompañaba.



Porque en ese lugar

digámoslo: En calabozo

se hallaban en reposo

unos colimbas castigados.

Y pensó que ya era dado

el tiempo de darles gozo.



Gozo allí, de combatir

defendiendo al Batallón

que era el de ellos. Razón,

de que el mal comportamiento

no era un impedimento

de ofrecer el corazón.



Contentos, de mil amores,

los Conscriptos sancionados

sin duda entusiasmados

se encontraron a la par

de camaradas que a echar

el resto eran convidados.



En un alarde de audacia

los conscriptos liberados

imaginaron parados

unir ideas al riesgo.

Y allí tomaron un sesgo

propio de hombres respetados.



Hicieron acercar un carro

de los que había, de combate,

hasta al Guardia, que trate

de pegarse en lo posible,

para intentar la terrible

navegación, y un embate.



Se acercó el carro nomás

a la Guardia de culata

y los muchachos que tratan

de saltar dentro, impecables,

temibles e indoblegables,

y en carro el vuelo desatan.



Allá fueron impetuosos

dando muestras de coraje.

La vida tiene pasajes

de sube y baja morales,

mas el peor de los males

es aceptar el ultraje.



Empantanada en su fosa

la guerrilla estrafalaria

la iba viendo funeraria,

al calor de aquella lid.

Y comprendía que el quid

era de una suerte hetaira.



Sabían que era el final

que aquello no continuaba,

cada uno que sangraba

sangraba su ideología,

rencor y envidia que un día

el odio acariciaba.



El Cielo del Batallón

bajó a nivel de la torre

de agua, de donde corre

el fuego que Dios previno.

Que matará al asesino

sin que injurias le ahorre.



Y como estaba cantado

del Cielo bajó ventura.

Ya del ERP, a su locura,

muy poco le había quedado

cuando pájaros artillados

un pronto final auguran.



Sí, tres helicópteros tres

 que de algún lugar salieron

desde el cielo irrumpieron

decidiendo la balanza.

Y como punta de lanza

en dos al rojo partieron.



La Séptima Brigada Aérea

que tiene asiento en Morón,

les dio desde allí el envión

sumándolos a la lucha.

¿Qué represalia es mucha

si se ataca a la Nación?



Más de una hora corría

que había llegado Satán,

con ese perverso afán

que a la Izquierda denota,

rebalsado había la gota

ese vaso el letal plan.



Focos, cohetes, metralla

del firmamento bajaban,

los hijos del Che escapaban

como rata por tirante.

Fue en ese mismo instante

que a la muerte saludaban.



Era un judío de aquellos,

judío de antología,

que unía a la ideología

esa condición errante.

Vio venirse por delante

un carro, y se le venía.



Era un carro de combate

que orugueaba los pastos.

A Espadas, Copas y Bastos

no les hacía distingos,

perseguía a esos tilingos

que no cubrían sus gastos.



Toda la vida en un tris

todo el destino en un punto,

y comprender que en conjunto

pagaría lo que hiciera.

Tanto daño a su manera,

como un judío del mundo..



El era otro judío

empadronado en el ERP,

las cosas que había que ver,

él la maqueta había hecho

del lugar. Para provecho

de un copamiento cualquier.



Este judío había estudiado

en los claustros argentinos.

De ingenuidad bizantinos,

que a todos capacitaban,

aún a los que traicionaban

a una patria en su camino.



Allí estaba el arquitecto

el hebreo derrotado

herido, despatarrado,

viendo que se le venía

el castigo que él tenía

por lo hecho, bien ganado.



Dos meses y medio atrás

Santucho le había pedido

que hiciese como al descuido

un prototipo del Cuartel,

siendo ese hijo de Israel

quien cumpliera el cometido.



Y como si no alcanzara

semejante felonía

el judío se proponía

al “Viejobueno” coparlo,

y al trabajo redondearlo

si a algún milico ponía.



Mas la taba se dio vuelta

y ese carro blindado

a  poco lo habría pisado

porque aplastarlo podía.

Y en ese momento hacía

lo que sí estaba cantado..



Fueron varias las orugas

que aplastaron guerrilleros.

Allí no cabían fueron

de los Derechos Humanos,

para los que eran gusanos

de la Nación, carroñeros.



Como música llegaron

los pájaros aspavientos

para ceñir en sus tientos

el final de la batalla.

Ven al del ERP, ametrallan

ayunos de miramientos.



La noche ya ha caído

y los focos con, sus soles

cual fugaces arreboles

rastrean a los asaltantes.

Hacia atrás, hacia delante

lanzan cohetes y bemoles.



Uno a uno iban muriendo

los guerrilla del asalto

sin poder pasar por alto

lo que por alto venía.

En toda la geografía

la muerte estaba  en resalto.



Después de casi dos horas

de Cátedra de Humanismo

del ERP, de su gran civismo,

busca su paso al costado.

Pero el ERP está rodeado

de una furia que es él mismo.



Los muy pocos que quedaban

van corriendo para el fondo,

y el asedio es tan hondo

que ellos quisieran parar.

Ahora tratan de escapar

a las villas en redondo.



Unos pocos guerrilleros

se escondieron en su escape

buscando que algo los tape

en un cuartucho cerrado,

después de haber volado

el candado en el derrape.



Pero “la suerte que es grela”

según el Tango lo afirma

en este hecho se confirma

que allí comienza a fallar.

Porque luego, al rastrillar,

sella el Ejército. Y firma.



Se descubre el escondite

cuando todo ha terminado.

Y esos del ERP retobados

que entraran allí a matar

ya van a experimentar

la muerte que habían planeado.



Potentes focos de día

blanquean la noche cerrada,

y las tumbas preparadas

semejan los que allí apuntan,

a los rojos que se juntan

en la partida anunciada.



Mueren allí en el lugar

de la Patria, proxenetas.

Que buscaron las jinetas

para de sangre teñirlas.

Y apenas quedan esquirlas

de  sus delirantes metas.



Y llegue nuestro homenaje

a dos Soldados queridos

Raúl Sessa, que ha partido

junto a Grimaldi, Enrique

sin que esto signifique

todo lo que ellos han sido.



Como hijos bien nacidos

de esta Patria generosa

en la jornada gloriosa

Combate de Monte Chingolo

el clarín alcanza solo

la heroicidad más pomposa.



Querido Hermano Grimaldi

y querido Hermano Sessa,

nuestra palabra los besa

con sus labios de epopeya.

Y sigue vibrando en ella

de la gratitud, su alteza.



La lucha duró dos horas

sí, aproximadamente.

Y en combates diferentes

los del ERP fueron diezmados.

El botín imaginado

fue perder con nuestra gente,



Cerca de las Veintiuna

el Regimiento de Saavedra

ya había tirado sus piedras

camino de “Viejobueno”,

haciendo sonar sus truenos

y su confianza que medra.



Y en el único lugar

que la cosa estuvo espesa

fue la gaucha fortaleza

de la Guardia mencionada.

Que en aquella atropellada

dio muestras de mil guapezas.



Porque fue la Inteligencia

que los francos regulares

mantuvo en esos lugares

para vender la impresión,

que no había en la ocasión

cuidados espectaculares,



En la puerta de la Guardia

ese mismo mediodía

colimbas se despedían

por lo menos hasta el viernes

como si no fuese en ciernes

que un acecho mantenía.



Les tocó a los Oficiales

hacer allí la pata ancha

y mostrar en esa cancha

tanto el Coronel Abud

como el Mayor Barczuk

dominio ante la avalancha.



Allí el mando argentino

se lució en su gallardía

sabiendo que siempre un día

Dios a prueba nos somete,

que metidos en el brete

se debe pelar la hombría.



La tropa a la vez estuvo

de acuerdo a sus pergaminos

de combates que argentinos

libraron en otras guerras

iguales ganas que encierran

merecer un gran destino.



Cuando entraron las orugas

que venían desde Palermo

estaban “secos y enfermos”

los del ERP que se mandaron,

y que allí mismo velaron

sus muertos, sin mate y termo.



Y se fueron por los fondos

del hoy mítico Arsenal

los que estuvieran muy mal

en llegar a degollarnos,

para poder encontrarnos

con una enjundia inmotal.



Fueron luces de bengala

anticipando las Fiestas

las que blanquearon la cresta

de aquel día Veintitrés,

la del grandioso revés

de la Subversión que apesta.



Se dirá que a una segura

muerte los mandó Santucho.

No es verdad. Él con mucho

de un poder que no contaba

cotidiano deliraba,

eso se vio sobre el pucho.



Otra judía subversiva

que integró la fuerza ERP

fue al otro día a caer

por allí en un rastrillaje.

Pagó el Ejército el viaje,

y nadie la volvió a ver.



Todo se paga en la vida

y ellos también lo pagaron.

Tal vez no les financiaron

la deuda en muchos meses,

aunque pagaron con creces

muchos que se sublevaron.



Cerca de la medianoche

todo pareció concluso.

Aunque aún era difuso

el cuadro de situación.

No se escuchó otra explosión

que ¡Vivas! que el triunfo dispuso.



Mañana del Veinticuatro,

de la Victoria ese día

que vuelve una peluquería

la zona que al rastrillar

de “zurdos” quieren ahí peinar

Ejército y Policía.



En el desbande postrero

algún “zurdo” hubo alcanzado

la villa que a un costado

de “Viejobueno” existía.

alguno se ocultaría

por un favor mal prestado.



Bolivianos, paraguayos

la población integraban

y al tiempo que usufructuaban

de esta tierra el pan bendito,

con un rencor hecho grito

al futuro maliciaban.



Pocos de los que han llegado

a esta tierra a matarse

el hambre, son de fijarse.

de ser bien agradecidos.

Prevalece el resentido

que algo quiere cobrarse.



Extraños e indocumentados

viven de un bobo favor,

sabrá explicar el Señor

el porqué los aguantamos.

Pero en fin, así estamos

rodeados de lo peor.



Odian a las autoridades

y se creen con derechos

como si argentinos hechos

en definitiva fueran,

cualquier ocasión esperan

de disputarnos los techos



Todo esto para explicar

un poco lo inexplicable,

cuando escapando del sable

los del ERP se refugiaron

los pocos que se salvaron

en las villas miserables.



Sí, señor, debe creerme

esos “paraguas”, “bolitas”

recibieron como en cita

a esos “zurdos” piojosos,

que escapaban azarosos

perseguidos por sus cuitas.



Habrán sido tres o cuatro

los del ERP que se escondieron

aunque poco resistieron

al peine que allí pasaban

nuestras fuerzas que soplaban

aquellas muecas que huyeron.



Y que valga otro botón

para en la vida ubicarse

y saber cómo plantarse

en la realidad que acecha.

Es muy angosta la brecha

para después no quejarse.



El Combate de Chingolo

no sólo fue la derrota

de los cientos que la nota

quisieron dar, sorpresiva.

La guerrilla subversiva

morirá ya, gota a gora.



¡Gloria a Nuestros Caídos:

Ruffolo, Sessa. Cirsterna,

para ellos gloria eterna!

¡Petruzzi y Caballero,

Grimaldi, Spinassi, entero

el fasto que los gobierna!



Sessa, Petruzzi, Ruffolo,

Grimaldi y Spinassí

que gritan por siempre ¡Sí!

con Cisterna y Caballero.

Patira es amor verdadero

en Salta o Curupaity..



Llegue a los familiares

de esa sangre florecida

lo que en más alta medida

mi verbo pueda expresar.

Lo que Dios les quiso dar:

El Laurel, en su rama bendecido.



Cayó la tarde en Chingolo

a un paso, la Nochebuena.

¡Bombo y guitarras que suenan

por los Héroes argentinos,

que en “Viejobueno” el camino

mostraron, del alma plena.











Editorial Del Nuevo Amanecer.

Buenos Aires, Diciembre 2010 -

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